Espiritualidad

GLORIAXLLa Orden de Predicadores supuso, en el momento histórico de su fundación por Santo Domingo de Guzmán, una novedad radical, una ruptura con la tradición monacal de la Iglesia. Los nuevos “frailes predicadores” nacen para predicación de la palabra de Dios y la salvación de las almas. Desde el principio son enviados a todos los hombres, grupos y pueblos, a los creyentes y no creyentes y, sobre todo, a los pobres.

Este objetivo esencial determinará el cuadro de valores que configuran la vida y el carisma de los predicadores. Ya el Papa Honorio III expresó el ideal de la Orden escribiendo a Domingo estas palabras: “Aquel que incesantemente fecunda la Iglesia con nuevos hijos, queriendo asemejar los tiempos actuales a los primitivos y propagar la fe católica, os inspiró el piadoso propósito de abrazar la pobreza y profesar la vida regular para consagraros a la predicación de la palabra de Dios, propagando por el mundo el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.(carta a Santo Domingo de fecha 18 de enero de 1221).

En 1206 Santo Domingo reunió a algunas jóvenes mujeres que él había convertido y había rescatado de los cátaros en la comunidad de la iglesia de Santa María de Prouilhe. Esta primera fundación de hermanas contemplativas dominicas todavía atrae a mujeres para vivir como Jordán de Sajonia describe en el siglo trece: “estas servidoras de Dios siguen ofreciendo una adoración agradable a su Creador, en la santidad de su vida y en la pureza de su candor – una vida que es conducente a la salvación para ellas, un ejemplo para los otros, una alegría para los ángeles, y un goce para Dios.”

La vocación de las monjas las coloca en el corazón de la Orden. Este fue el deseo de Santo Domingo para acentuar de manera especial la gracia de la contemplación, que es la misma fuente de la vida apostólica itinerante que el inició. Solidariamente con la misión de sus hermanos de predicación y con la familia dominicana, las monjas, mediante su oración, acompañan «la Palabra que no vuelve a Dios sino tras lograr aquello para lo que fue enviada.»

Esta contemplación tiene su raíz en el silencio y en la oración litúrgica, en el día a día vivido en común, pero también en la meditación y el estudio asiduo de la Palabra de Dios. Algunos monasterios dominicos están directamente bajo la dirección del Maestro de la Orden, otros están bajo la dirección de una Provincia, y otros bajo un obispo local.

Contemplación y evangelización

En estas dos palabras se puede sintetizar el carisma de los miembros de la Orden de Predicadores.

La contemplación desde el estudio de la verdad: Dios es la luz y fuente del estudio de los dominicos que, atentos a la tradición viva de la Iglesia, dialogan con los sabios y vive abierto a todos los problemas contemporáneos. La misión de las monjas dominicas es: “Buscar a Jesucristo en el silencio, pensar en El e invocarlo, de tal manera que la palabra que sale de la boca de Dios no vuelva a El vacía, sino que fructifique en aquellos a quienes ha sido enviada”. Anuncian el Evangelio de Dios con el ejemplo de sus vidas. “creciendo en caridad en medio de la Iglesia, extienden el pueblo de Dios con misteriosa fecundidad y anuncian proféticamente, con su vida escondida, que Cristo es la única bienaventuranza, al presente por la gracia y en el futuro por la gloria”.

Una monja dominica es una mujer que ama a Dios y le habla a Dios de la humanidad, alguien que eleva el clamor de tantos millones de personas hasta el trono de la gracia.

LA LITURGIA Y LA ORACIÓN PRIVADA

La contemplación de las cosas divinas se realiza primordialmente en las celebraciones litúrgicas y en la lectura divina, pero también en la oración personal privada.

Ambas formas de contemplación preparan a la misión fundamental y fundacional: la predicación del Evangelio para la salvación de los hombres por el conocimiento de Jesucristo el Señor.

La misión es “la entrega a la evangelización total de la Palabra de Dios”. Para realizarla conforme al espíritu dominicano han de buscar continuamente los “nuevos lugares de evangelización”.

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