Liturgia

“Por tanto, toda la vida de las monjas se ordena a conservar concordemente el recuerdo constante de Dios. En la celebración de la Eucaristía y del Oficio divino, en la lectura y meditación de los libros sagrados, en la oración privada, en las vigilias y en toda su intercesión, procuren sentir lo mismo que Cristo Jesús. En la quietud y en el silencio, busquen asiduamente el rostro del Señor y no dejen de interpelar al Dios de nuestra salvación para que todos los hombres se salven. Den gracias a Dios Padre que las llamó de las tinieblas a su luz admirable. Fijen en su corazón a Cristo, que por todos nosotros fue fijado en la Cruz. Practicando todo esto son realmente monjas de la Orden de Predicadores” (LCM 74, IV).

Sin-título-1Si la Eucaristía es el corazón de la vida de las monjas, la Liturgia de las Horas, es como el pulso rítmico del cual depende todo lo demás. El objetivo de este aspecto de la liturgia de la Iglesia es santificar el tiempo, celebrando la Palabra con el canto, el diálogo y el silencio, en cada uno de los momentos cumbre de la jornada. De este modo las monjas se reúnen por la mañana para orar a Dios ya desde el inicio de un nuevo día, símbolo del renacimiento de la creación, de la luz y de la vida. Igualmente, por la tarde se reúnen de nuevo para agradecer a Dios el día que está terminando con sus oportunidades, sus logros y fallos. Estas dos horas litúrgicas, la oración de la mañana y de la tarde, Laudes y Vísperas, son el doble quicio, sobre los que gira toda la liturgia. Durante el curso de la jornada, las monjas se reúnen otras tres veces, en las horas llamadas menores, para reclamar la presencia amorosa de Dios y para invocar su bendición en el transcurso del tiempo: a media mañana, a mediodía y a media tarde. Esto recuerda la antigua costumbre hebrea y primitiva cristiana de la oración de las nueve, las doce y las tres. Además, durante el día o, según la tradición monástica, durante la noche, se celebra el Oficio de Lecturas, que incluye pasajes de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia. También la oración de la noche, Completas, se recita en común antes que las monjas se entreguen al descanso nocturno, y lo más hermoso, culmina con el canto de la Salve, y el O lumen, porque toda la Orden se pone bajo el manto de María y la protección de N. P. Santo Domingo.

Por ser la Liturgia de las Horas la oración oficial de la Iglesia, las monjas, al celebrarla, están unidas no solo mutuamente, sino con el pueblo de Dios entero, en el cielo y en la Tierra. Unidas a Cristo, su cabeza, en un acto litúrgico único (Ap 4-5), ofrecen oraciones al Padre en nombre de toda la creación. Especialmente con los salmos se unen con todos los que sufren, y dan gracias por todas las ocasiones en que se hace patente el amor de Dios. De este modo, toda las pobrezas humanas, como también el mismo misterio de la divinidad se convierten en sujeto de su oración.

P1000561Una monja que vive en Cristo y tiene a Cristo viviente en ella, experimentará no solo el amor inmenso del Padre y del Hijo en el Espíritu, sino también la manifestación del amor divino por toda la humanidad. Las monjas dominicas, si bien no estamos comprometidas en el apostolado exterior, sin embargo, como nuestro santo fundador, rebosan de compasión por los pecadores, los pobres y los afligidos. Como él, también gritan en su corazón: “¿Qué será de los pecadores?”. Como Domingo esperaba de ellas, interceden por las necesidades de sus hermanos y hermanas dominicos, cuya misión es predicar en el mundo entero.

Las monjas dominicas de hoy pueden y deben arder por la salvación del mundo, tanto como Domingo y sus compañeros del siglo XIII. Pueden y deben ser apasionadas de la unión contemplativa con Dios. Así el culto litúrgico y la oración privada permanecerán siempre frescas y vitales, capaces de conducir a la transformación en Cristo, que es la santidad.

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