A ti, que quizá por una casualidad, has encontrado este espacio, que quiere ser de esperanza y de luz, en medio del ruido y de las prisas de la vida. Párate un momento y reflexiona, piensa que Dios tiene algo preparado para ti.
El inicio de cada jornada es un regalo y una gracia, una nueva oportunidad para empezar de nuevo, y continuar con alegría el camino de la vida que cada cual hemos de recorrer.
No estamos solos, nunca estamos solos, Dios nos acompaña siempre, y en el hombro de algún hermano nuestro, podremos reclinar la cabeza y descansar, sobre todo reflexionar y compartir, que tanto nos ayuda.
Santo Domingo recorría los caminos hablando de Dios. Su consigna era siempre: Predicar, eso sí, desde la compasión y la misericordia, porque quien quiere vivir para los demás desde Dios, necesita un corazón grande y unos ojos bien abiertos para saber captar lo esencial.
Nosotras, desde nuestras vidas consagradas al AMOR queremos transmitir lo que de El recibimos, y compartir sencillamente: nuestra vida en comunión. Aquí encontrarás sencillas reflexiones al evangelio de cada domingo, de las fiestas litúrgicas más importantes, de nuestro ser como Familia dentro de la Orden de Predicadores. Ojalá sea un pequeño grano de trigo, que sembrado en buena tierra, dé lugar a la espiga que después se hará PAN para todos.
La casualidad no existe. Dios se hace presente en ti, en tu vida y en este momento.
Si quieres, puedes. Empuja la puerta y entra…
La monja dominica, es una mujer que en el amor, ha hecho de Dios su centro, asumiendo como propios los sufrimientos y alegrías del hombre de hoy, perpetuando en la historia el clamor constante de Domingo: ¡Dios mío! ¡Qué será de los pecadores!, ¡qué será de tantos hombres y mujeres ahogados en el sin sentido, en la desesperación, en el odio, en el vicio…! ¡tantas personas humilladas física y psicológicamente! ¡tantos hombres sin hogar, pan y cariño!…
Ha de ser el existir de la monja una luz en el camino de los hombres, un recuerdo perenne de la existencia de Dios y la alegría del Reino, ¡un testimonio viviente del Resucitado!