Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día

Día 19 de Abril, domingo III de Pascua.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: – «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo: – «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: – «¿Tenéis ahí algo que comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: – «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
– «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

REFLEXIÓN

Al comenzar, el relato nos recuerda a los discípulos de Emaús, que vuelven corriendo a Jerusalén y «cuentan lo que les había pasado por el camino», y también «cómo lo habían reconocido al partir el pan». Lo primero que nos dice el texto de hoy es que los discípulos «cuentan» lo que han vivido, y que Jesús nos nombra «testigos»; ambas cosas significan lo mismo: no somos cristianos para nosotros mismos, no leemos la Biblia para quedárnosla, no rezamos a Dios para sentirnos mejor en la intimidad. Hemos sido escogidos por Dios como trabajadores, y no como privilegiados. Tenemos el encargo de anunciar al mundo lo que hemos vivido. El testimonio no proviene de lo aprendido en los libros, sino de aquello que la vida nos ha regalado. Igualmente, nosotros tenemos que expresar a los demás lo que vivimos en el fondo del corazón. Con la máxima humildad de quien sabe que nunca llega a ser plenamente coherente con el mensaje que Dios le encomienda. Los mismos profetas ya lo vivían con mucha lucidez: la Palabra de Dios les quemaba los labios, era indignos de proclamarla, pero no tenían más remedio porque Dios les había seducido, los había vencido con su amor, les había encomendado una misión, como a nosotros.
Jesús mismo se presenta en medio de la comunidad reunida y le hace el regalo de la paz. Era el saludo normal entre los judíos: Shalom, paz; significa la paz total, externa e interna, la vivencia de una paz profunda, vivida en el fondo del alma, que se manifiesta en obras y palabras. En boca de Jesús resucitado tiene un significado totalmente nuevo: Es la vida de Jesús, la Vida nueva que Dios le ha regalado al resucitarlo, la única que nos puede llevar a una paz auténtica. Solo la entrega total por amor, que Jesús nos ha enseñado con su vida, podrá construir la sociedad en paz que todos deseamos.
El miedo de los discípulos es expresión de la dificultad que todos tenemos para creer. Nos resulta fácil pensar en la resurrección de forma puramente simbólica, como si fuese un sueño, un recuerdo o una reflexión; pero los evangelios nos dicen que es mucho más, y se esfuerzan por explicarnos un misterio inexplicable. Jesús resucitado está, al mismo tiempo, en el mundo y más allá del mundo; es el mismo que fue crucificado, por eso los evangelistas insisten tanto en las llagas de la cruz. Pero tiene una Vida nueva, por eso es capaz de aparecer en una habitación cerrada, de desaparecer cuando parte el pan con los de Emaús, de no ser reconocido por la Magdalena que tanto lo conocía.
Lucas subraya mucho otro aspecto: necesitamos las Escrituras, necesitamos la Ley de Moisés, los profetas y los Salmos. Es interesante que nos lo diga, porque parece que Lucas estaba escribiendo para una comunidad, que no conocía demasiado las Escrituras. Es decir, que Lucas está escribiendo para nosotros, y nos está diciendo que tenemos que hacer el esfuerzo de entrar en el mundo bíblico, de leer la Biblia, también el Antiguo Testamento, para acostumbrarnos a su forma de expresión, tan diferente a la nuestra, pero tan llena de Dios y tan humana. Jesús, además, nos da la capacidad para entenderla, nos abre los ojos y el entendimiento para que comprendamos que todo lo que está escrito se refiere a él y a la salvación que nos regala.
El resucitado provoca en los discípulos muchos sentimientos; están asustados y sorprendidos, pero también llenos de alegría. El gozo es característico de la Pascua; Dios nos ama tanto que es capaz de dar la vida por nosotros. Ante un amor tan grande solo cabe responder con alegría y amor. Dios ha hecho su propuesta de vida y nos ha dado el encargo de anunciarla por todo el mundo. Ahora nos toca a nosotros responder.

Acabo de leer hace poco estas palabras del Papa Francisco, y como me han encantado y me han llegado al corazón, aquí os las dejo, para su lectura y relexión:

«El camino de Emaús se transforma así en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la Misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones. La vida a veces nos hiere y nos vamos tristes hacia nuestra “Emaús”, dando la espalda al designio de Dios. Nos alejamos de Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y reenciende en nuestros corazones el fuego de la fe y de la esperanza y en la comunión nos da fuerza.

Palabra de Dios y Eucaristía: leer cada día una parte del Evangelio, recuérdenlo bien, leer cada día una parte del Evangelio y los domingos ir a hacer la comunión, a recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús, han recibido la Palabra, han compartido la fracción del pan, y de tristes y derrotados que se sentían, se sintieron alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría. ¡Recuérdenlo bien! ¡Cuando tú estás triste o algo así, toma la Palabra de Dios! ¡Cuando tú estás desanimado, toma la Palabra de Dios y ve a la Misa del domingo a hacer la Comunión, a participar del misterio de Jesús! Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.» (Del ángelus del 4 de mayo de 2014).

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