Ascensión del Señor. Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios

Día 17 de mayo, VII domingo de Pascua, Solemnidad de la Ascensión del Señor.

Conclusión del santo evangelio según san Marcos 16,15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
– «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mí nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

REFLEXIÓN

Hoy nos vamos al Monte de Galilea. Allí vamos a presenciar la última aparición de Jesús, una aparición que no es como las otras; Jesús va desapareciendo poco a poco y lentamente, no lo hace de repente. En este encuentro nos vemos marcados por esta gran solemnidad de la Ascensión, que es una llamada a la esperanza, al amor de Jesús, que se va, pero que permanece con nosotros, y una llamada fuerte al compromiso de misión.

Después de oír la narración tan gráfica que nos cuenta el Evangelista, entramos ya en nuestro encuentro y empezamos a meternos y ver cómo Jesús les habla… y me habla… y les dice… y se despide… y nos envía. Jesús ha pasado la muerte y ha pasado la resurrección, ha preparado a sus discípulos, y ya comienza una nueva etapa: una etapa de testigos, de testigos de la misión, de lo que Él realizó. Y esta etapa la hace cuando Él ya es glorificado, después de haber sido humillado tanto, cuando Él ha compartido nuestra suerte, cuando Él ha compartido nuestra vida. Por una parte nos da pena: se va Jesús… Pero no se aleja, Él va a estar siempre con nosotros. Nos lo ha dicho más de una vez: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Y esto nos llena de esperanza y nos llena de ilusión, porque no estamos solos, porque nuestro trabajo está siempre acompañado de su presencia, y nos llena de muchísima alegría también porque sabemos que en medio de nuestra vida Él siempre va a estar con nosotros.

Este encuentro, Jesús, conforme vas hablando y conforme te vas elevando, esa tristeza se me convierte en esperanza: sé que vas a entrar en el Reino de tu Padre, pero Tú vas a estar con nosotros y nos vas a llevar y vas a ascender, pero nos vas a dar una nueva vida. Pienso muchas veces en las faltas de esperanza que yo tengo, en los días sin ilusión, sin fuerza, sin alegría, sin valor. Pienso en la experiencia triste de estar solo sin darme cuenta de que Él está a mi lado. Pienso en estos días oscuros en que Tú estás pero yo no te veo. Por eso hoy, en este encuentro, en esta festividad, en este momento que estamos ahí viéndote cómo estás y subes, te pido mucha esperanza. Y cuando yo me sienta triste, que Tú me des esa alegría de tu esperanza.

El mundo necesita ser conocido de Jesús, el mundo necesita eso y Tú me lo vienes a recordar hoy. Esta festividad es un recordatorio fuerte y una exigencia para la misión. Necesito superar esa dificultad, esos miedos, ese caer en la tentación de centrarme en mí misma, esa manera de hablar distorsionando el proyecto tuyo. El mundo necesita que proclamemos y que vayamos sin miedo y con todo, porque somos los elegidos y somos elegidos para dar fruto. Nosotros tenemos también que comenzar esta etapa, y esta fiesta es un impulso para inaugurar el tiempo del compromiso, el tiempo del testimonio. Tenemos que pedirle a Dios la fuerza de su amor para proclamarlo allí donde nos encontremos cada día y cada momento.

En silencio me comprometo en mi pobreza, en mi debilidad, a ser testigo, a proclamar, como pueda, con gestos, con mis acciones, con mi testimonio, que Tú eres el gran Señor y que Tú eres la Buena Noticia. Gracias, Señor. “¿Qué hacéis, varones, mirando al cielo?”. Que yo no me quede así, que baje para proclamarte, dispuesta a testimoniar tu amor con alegría, con fuerza y con ilusión, pero siempre contigo a tu lado.

Gracias, Señor.

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