Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra

Domingo, 21 de mayo de 2023. Domingo VII de Pascua. Solemnidad de la Ascensión del Señor.

Conclusión del santo evangelio según san Mateo (28,16-20).

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

REFLEXIÓN

Como broche final a su evangelio, san Mateo incluye el “mandato misionero” con el que Jesús envía a los discípulos a evangelizar y bautizar a todas las gentes, porque todos pueden ya beneficiarse de los frutos de la redención. Y en su última aparición, el Señor, “a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de sus ojos” (Hch 1,9), como narra la primera lectura en la liturgia de la solemnidad de hoy.

El mandato misionero del resucitado no va dirigido solo a los primeros discípulos, sino que es tarea y misión para todos.

La fiesta de la Ascensión es una buena ocasión para renovar nuestro afán apostólico y el deseo de llevar almas al cielo, donde Jesús glorioso nos espera y que aprendemos de los primeros discípulos. Ellos se enfrentaban a la difícil tarea de cristianizar el mundo entero, plagado de civilizaciones que aún no conocían el evangelio y de ideologías y obstáculos de todo tipo. Pero lejos de desalentarse, los apóstoles estaban llenos de confianza en Jesús resucitado y victorioso, quien les dijo claramente: “se me ha dado toda potestad en el cielo y la tierra”, “y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Como decía el Papa Francisco, “la Ascensión nos recuerda esta asistencia de Jesús y de su Espíritu que da confianza, da seguridad a nuestro testimonio cristiano en el mundo. Nos desvela por qué existe la Iglesia: la Iglesia existe para anunciar el Evangelio. ¡Solo para eso! Y también, la alegría de la Iglesia es anunciar el Evangelio. La Iglesia somos todos nosotros bautizados. Hoy somos invitados a comprender mejor que Dios nos ha dado la gran dignidad y la responsabilidad de anunciarlo al mundo, de hacerlo accesible a la humanidad. Esta es nuestra dignidad, este es el honor más grande para cada uno de nosotros, ¡de todos los bautizados!”.

Por otro lado, nos dice el evangelio que cuando el Resucitado se mostró a los discípulos, “en cuanto le vieron, lo adoraron”. Esta actitud reverencial ante el Señor será también nuestra fuerza en la tarea de la evangelización. Dice santo Tomás de Aquino que “lo que admiran mucho los hombres lo divulgan luego, porque de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12,34)”. Si sabemos adorar al Señor con devoción y agradecimiento, si le damos al Resucitado el homenaje que merece, nuestro testimonio ante los hombres será más auténtico y eficaz, porque brotará de un corazón lleno de Dios, como el de los primeros discípulos y las santas mujeres.

La ascensión de Cristo es nuestra victoria, porque con él, que es nuestra Cabeza, esperamos llegar al cielo como miembros de su Cuerpo (cf. Co). Jesús resucitado está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin (1 y 2 Lect). Y mientras llega el día de su venida, la Iglesia tiene que cumplir su misión de evangelizar, bautizar y enseñar a guardar todo lo que nos ha mandado, sabiendo que él estará con nosotros hasta el final de los tiempos (Ev).

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