Domingo, 22 de Marzo. V de Cuaresma.
Lectura del santo evangelio según san Juan (12,20-33)
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.» Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
REFLEXIÓN
Estamos casi al final de la vida pública de Jesús y el evangelio, hoy, nos presenta a unos peregrinos que vienen a celebrar la Pascua, y le hacen una petición a Felipe: «Queremos ver a Jesús». Podemos aplicarnos a nosotros esta petición, nos acercamos a la Iglesia pidiendo ver a Jesús. Y ellos, al igual que nosotros, no lo hacen por curiosidad sino porque han descubierto en Él algo importante, algo que nos ayuda a vivir nuestra vida de forma totalmente diferente a como lo hacemos.
Jesús será crucificado en pocos días y como hombre debe sentir preocupación, por ello contesta con unas palabras que quizás nos desconcierten, igual que desconcertó a aquellos hombres: «Llega la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre». Sabe que ha llegado su hora, que morirá, pero también tiene la certeza que todos veremos su glorificación en la Resurrección.
Ellos no lo entenderían, pero y nosotros, ¿lo entendemos? Cada año rememoramos en Semana Santa todo aquel acontecimiento, aquel dolor, también su Resurrección, pero ¿lo creemos o sólo lo vivimos como unas vacaciones, como un conjunto artístico en la calle pero sin más repercusión?.
Si leemos con detenimiento el evangelio, si nos paramos en cada palabra, en cada gesto, en cada signo, que hace Jesús estamos descubriendo el amor más sublime, el más altruista: Dios a través de su Hijo, nos lo hace saber. Dios es Amor.
Con la metáfora del grano de trigo del evangelio de hoy, nos está diciendo Jesús que cuando el grano muere, crece, brota de nuevo la vida, pero si el grano se queda en su envoltura no dará vida. Jesús lo repite en varias ocasiones, si nos agarramos a nuestra vida, a nuestras ideas, de forma egoísta, ésta no tendrá sentido, pero si sabemos compartirla con amor y generosidad si lo tendrá.
Vivimos en estos momentos una crisis, no sólo de dinero, sino también de valores, pero caigamos en la cuenta que también hay muchas personas que tienen una actitud abierta, generosa, que comparten su vida, que intentan cada día hacer la vida de los demás más justa y humana, personas e instituciones que extienden sus manos para acoger al más deprimido, al más marginado. Esa manera de vivir es seguir a Jesús y entender que, a través de la fe, Dios nos ama.