No desprecian a un profeta más que en su tierra

Domingo 5 de julio. XIV semana del Tiempo Ordinario.

Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
– «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? .»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía:
– «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

REFLEXIÓN

Se extrañó de su falta de fe

La rebeldía de los israelitas aparece en el Evangelio de Marcos como dureza de corazón, indiferencia o apatía (cfr. Mc 10, 5; 16, 14). Pero esa dureza no es tanto egoísmo como empecinamiento, obstinación, incapacidad de salir “de lo mío”. Mal panorama para el profeta ser enviado a gente así.

Hoy Jesús vuelve a casa, a los suyos, a los que tanto conoce y ama, con el corazón esponjado y lleno de deseos de colmarles de las gracias con que su Padre está transformando la esperanza de Israel, comenzando por Galilea. No es un soñador, pero le ilusiona que el Reino irrumpa con fuerza en los que han sido su vida y su referente desde la infancia. Su predicación (Lc 4, 16-30) no sólo deja indiferentes a sus vecinos y parientes, sino que les llena de perplejidad: “y se escandalizaban a causa de él” (Mc 6, 3).

La fuerza se realiza en la debilidad

Y hoy Jesús vuelve a nuestra casa, a nuestra comunidad y tal vez la encuentre predispuesta a que nada decisivo suceda en la proclamación de la Palabra. Cuántas veces nos ponemos nerviosos, porque ya es mucho que concedamos a Dios (?) una nueva oportunidad, porque sus planes no coinciden con los nuestros. Seguiremos en la expectación de un Dios poderoso que un día arreglará todo esto a base de portentos, pero nada querremos saber de un Reino que se realiza en la debilidad y fragilidad de un hombre. Y ataremos así las manos al Médico de las almas y los espíritus y le impediremos que nos sane, nos perdone y nos renueve.

Nuestro problema, muchas veces es : ¿Cómo conjugar debilidad y fuerza, nosotros que nos hemos hecho incapaces de mostrar nuestra carne enferma ante Dios y los demás? Nos presentamos impecables y Jesús se extraña de que no le dejemos entrar en casa y la visite tal cual es. San Pablo nos da ejemplo. En sus cartas muestra sus heridas porque así puede glorificar de verdad a Dios: “te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad” (2 Cor 12, 9).

¿Y por qué rechazan a Jesús?

Esta es la pregunta: ¿por qué sus paisanos rechazan a Jesús? ¿Acaso no les trata bien? ¿No les habla con claridad y sencillez? Ocurre igual en nuestra sociedad de hoy: ¿cuál es el mensaje de Jesucristo? El amor de Dios al hombre, la salvación de la humanidad, la construcción de un mundo mejor por más humano y por más cristiano. ¿Por qué, entonces, el rechazo? Sencillamente: no descubren sus verdaderas señas de identidad, no le valoran, le miran a ras de tierra, no se fían ni confían en El. Le envidian en último término. Para descubrir a Cristo hace falta siempre una mirada limpia, sencilla, sincera. No podemos colocarlo entre los enredos de nuestros intereses, afanes y visiones rastreros de la vida.

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