La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido

“LA VIDA CONSAGRADA, PARÁBOLA DE FRATERNIDAD EN UN MUNDO HERIDO”

La Jornada de la Vida Consagrada instituida por el Papa San Juan Pablo II en 1995 celebra sus veinticinco años. Y la Iglesia Universal agradece este don del Señor a su amada Esposa, la Iglesia.

En nuestra humanidad tan profundamente herida, ¿será la Vida Consagrada una luz de esperanza? La Vida Consagrada es una luz de esperanza por su vida fraterna y su servicio de amor a todos, especialmente a los pobres y a los que sufren. La misión de la Vida Consagrada es crear fraternidad en un mundo herido por la división y los enfrentamientos, que generan sufrimiento y miseria en todas partes.

 La Vida Consagrada es lámpara del Señor, luz en la noche del mundo: una oscuridad de sentido y esperanza, que hiera profundamente a la humanidad. Es bálsamo en las heridas de la humanidad sangrante, creciendo en comunión fraterna y misión evangélica. Y así encarna al “Buen Samaritano”, que se acerca al herido en la cuneta del camino, cura sus heridas, y lo lleva a la casa de los hijos de Dios, la casa de la fraternidad, cuidando de él (cf Lucas 10,25-37).

 En la Vida Consagrada escuchamos cómo Jesucristo nos llama a seguirlo, descubriendo y viviendo la cercanía del Padre como familia humana, siendo todos hermanos. La fraternidad en la Vida Consagrada es un acto profético para una humanidad herida, cuando la epidemia del Covid-19 nos hace sentir que estamos todos en la misma barca en medio de una gran tempestad. Entonces, o nos salvamos todos fraternalmente o no se salva nadie como familia humana. En este contexto la Vida Consagrada se convierte en testigo alegre y profético del poder benéfico del amor de Dios por su vida fraterna.

 Así se nos ha revelado Jesucristo trayendo la comunión trinitaria a nuestra humanidad herida por el mal y el pecado; y viviendo la misión a la que el Padre le envió al mundo hasta entregar su vida por amor, muriendo en la cruz. La Vida Consagrada quiere reflejar la hondura de este misterio divino, viviendo su configuración trinitaria en el ámbito humano de la fraternidad con los carismas y dones del Espíritu Santo en comunión de vida como hijos de Dios Padre y hermanos en Jesucristo.

 En nuestro contexto de humanismo sangrante por tantas heridas abiertas por la maldad humana la Vida Consagrada nos llama a ser todos hermanos, derrumbando muros de separación y exclusión, y abriendo puertas de acogida y comunión. Es lo que vive y expresa en sus comunidades internacionalizadas y extendidas por el mundo entero.

 Que el Señor nos conceda muchos centinelas de un mañana mejor y fraterno para toda la humanidad. Pidámoselo así para la Vida Consagrada el 2 de febrero y todos los días del año.

Oración

Señor Jesús,
vuelve a enseñarnos a decir Padre nuestro,
para que nuestras vidas entregadas y al servicio
respondan cada día
al encargo de la mañana de Pascua:
«Id y decid a mis hermanos».
Envíanos tu Espíritu,
para romper las barreras que nos atan
y empeñarnos en la construcción
del sueño de una nueva fraternidad,
que nuestras vidas sean signos proféticos,
que derraman lo mejor de sí,
para que este «mundo herido»
recupere la savia del amor sincero,
la alegría de que todos somos necesarios,
la esperanza de que Tú nos precedes
y habitas en medio del dolor
y los sinsabores de tantas injusticias.
Ayúdanos a poner los ojos en ti,
el Buen Samaritano,
para hacernos cargo y caminar humildemente
a tu lado como «hermanos y hermanas» de todos.

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