La nueva evangelización: una tarea común

La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús, “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19- 20). El Señor Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra.

En la actualidad se utiliza con frecuencia la expresión Nueva Evangelización, ¿a qué nos referirnos? Nueva Evangelización es mucho más que un eslogan que ha cuajado en el lenguaje y eclesial de las últimas décadas. San Juan Pablo II utiliza esta expresión desde el principio de su pontificado. El concepto se extiende a la Iglesia universal con la exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici {1988) y en la encíclica Redemptoris missio (1990), y con él nos urgía a los fieles a cumplir una tarea evangelizadora nueva: «Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión».
Benedicto XVI viendo la necesidad de ofrecer una respuesta particular al momento de crisis de la vida cristiana que se está comprobando en muchos países, sobre todo de antigua tradición cristiana, colocó la Nueva Evangelización en el primer puesto de toda la Iglesia: convocó una asamblea del Sínodo de los Obispos sobre este tema (octubre 2012) y creó un nuevo dicasterio: el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

La Buena Nueva arraigada en el corazón

La novedad es el Evangelio mismo, la Buena Nueva arraigada en el corazón de quien anuncia. Nueva Evangelización es, antes que nada, nuevos evangelizadores, es decir, se requieren testigos, personas y comunidades que den testimonio y sepan convertir los nuevos escenarios en lugares de anuncio y vivencia del Evangelio. También el Papa Francisco se ha referido en numerosas ocasiones a esta necesidad evangelizadora, que interpela de manera muy especial a quienes hemos recibido la llamada a la vida consagrada para, en comunión con toda la Iglesia, dedicar la vida entera a la evangelización, sea en la misión ad gentes, esto es, llevando el anuncio del Evangelio de Cristo a quienes aún no lo han conocido. Es, en suma, la Nueva Evangelización y la misión pastoral evangelizadora.

Tres prioridades para la misión evangelizadora

En un discurso a los participantes en la Plenaria del citado Pontificio Consejo, el Santo Padre señala tres prioridades:

   • El primado del testimonio: Ante la indiferencia, un mal tan común en nuestro tiempo, Nueva Evangelización significa despertar en el corazón y en la mente de nuestros contemporáneos la vida de la fe. Lo que necesitamos son testigos creíbles que con la vida y también con las palabras hagan visible el Evangelio, despierten la atracción por Jesucristo, por la belleza de Dios. Los consagrados no olvidemos que nuestra vida es «una de las huellas concretas que la Trinidad deja en la historia, para que los hombres puedan descubrir el atractivo y la nostalgia divina» ( Vita consecrata, 2)

   • La urgencia de ir al encuentro: la Nueva Evangelización es un movimiento renovado hacia quien ha perdido la fe y el sentido profundo de la vida. Este dinamismo forma parte de la gran misión de Cristo de traer vida al mundo, el amor del Padre a la humanidad. Así como el Hijo de Dios «salió» de su condición divina y vino a nuestro encuentro, nosotros hemos de ir al encuentro de todos, sin miedo y sin renunciar a nuestra pertenencia.

   • Un proyecto pastoral centrado en lo esencial: Esto exige el compromiso común para un proyecto pastoral que esté bien centrado en lo esencial, es decir, en Jesucristo. Un encuentro con Cristo que es también adoración. Un proyecto animado por la fidelidad creativa al Espíritu Santo, que nos impulsa a recorrer nuevas vías con valentía, sin fosilizarnos.

Ser testigos, salir siempre al encuentro del hermano, centrados en Jesucristo: un buen programa para iniciar con entusiasmo y esperanza el nuevo curso.

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