La Natividad del Señor

Solemnidad de la Natividad del Señor

Querido amigo:

¡Estamos en plena Navidad! Hemos pasado el Adviento y ya se nos da el gran regalo: el regalo del nacimiento de Jesús. Y hoy celebramos esta gran solemnidad, la solemnidad de la Natividad del Señor. Y la Iglesia nos pone un texto un poco difícil, pero es lenguaje humano expresado en lenguaje divino… Y lo hace a través del texto de Juan.

Te invito a escucharlo tranquilamente y con toda atención:

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz,  para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo»”. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.  Jn 1,1-18.

Cuando oímos este texto, realmente nos resulta difícil. Pero cuando nos ponemos en pleno encuentro con Jesús, nos ponemos en pleno encuentro con Él, comprendemos tantas cosas de este texto… Se repite la palabra ‘palabra’, se repite la expresión ‘palabra’: “existía la Palabra”, “la Palabra era Dios”, “la Palabra era luz”, “la Palabra era vida”… Y se nos muestra un testimonio, una persona que hace de testigo de esta Palabra: Juan. “Y vino la Palabra”, “y esa Palabra no se recibió”, etc. ¡Cuánto nos cuesta entender este texto! Pero en plena Navidad es tan profundo, tan lleno de vida, tan lleno de sentido, que encaja plenamente con el día de hoy: Dios ha nacido, Dios está con nosotros, Jesús está con nosotros.

Esa Palabra, ese Logos, ese Verbo es Jesús. Y nos dice el texto frases profundas y bellísimas: “en Él estaba la vida”, “era la luz de los hombres” y “esta luz brilla en las tinieblas”, pero los hombres con su oscuridad, con su disipación, “no la recibieron”. “Hubo un hombre llamado Juan, enviado por Dios, que dio ese testimonio de la luz y fue testigo de la luz”. Y ese testimonio nos dijo que esa Palabra —Jesús— era la persona que ilumina la humanidad. Y hay una frase que a mí me impresiona mucho en este texto: “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”. “Pero a cuantos le recibieron les dio la luz”, les dio potestad, les dio de todo. Qué bonito repetir hoy: “Y el Verbo se hizo carne”. Y el Verbo, el Logos, Dios, Jesús se hizo ‘yo’, se hizo carne, se hizo debilidad… “y habitó entre nosotros”. ¡Qué grande es esto, Señor!

Tú y yo, querido amigo, nos tenemos que poner a comprender con toda paz, delante del Misterio, delante del Nacimiento, esta gran verdad. Y postrarnos ahí… y adorar… y cantar… y alegrarnos… porque Él se ha hecho hombre y ha venido a los suyos, ha venido a mi vida para darme luz, para darme vida, para darme fuerza. “Y habitó entre nosotros”. “Y en medio del silencio, el Verbo, la Palabra se encarnó”. Que Jesús no pueda decir esto de tu vida y de la mía, querido amigo: “pero vino a los suyos y el mundo no le conoció”, vino a mi vida y yo no le conocí, vino a mi historia y yo no le conocí.

“Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros”. “Y en medio del silencio, este Verbo se encarnó”.

Como Hijo de Dios, como Hijo suyo que quiere comunicarme todo, que desea estar conmigo, que quiere entrar en mi vida, más allá del folclore de la Navidad, del mundo de la Navidad, del sentimentalismo que pueda tener, tengo que llenarme de alegría por esta Buena Noticia, porque Dios ha nacido, porque quiere entrar en mi vida, en mi trabajo, en mi calle, en mi ciudad. “Yo soy la luz del mundo, pero los hombres prefirieron las tinieblas”.

Querido amigo, impresionante este texto, uno de los más profundos y uno de los mejores del Evangelio, que indican toda la teología de Jesús, una de las páginas más fuertes del Evangelio. ¿Por qué? Pues porque nos indica toda la esencia de la Historia de la Salvación, ¡toda la esencia! Es un fragmento de una profundidad grandísima y es las entrañas, la médula de toda la Salvación y toda nuestra religión y de todo nuestro cristianismo.

Querido amigo, hoy te invito a la adoración, a la alegría, a cantarle a Jesús:

¡Gracias porque has venido a mi vida! Que yo no te cierre la puerta. ¡Ven, ven, Salvador [a] mí! Concédeme la paz que cantaron estos ángeles a los hombres de buena voluntad. Que no te decepcione mi falta de fe; que no te decepcione mi falta de paz; que las preocupaciones, las preparaciones, los alborotos, las algazaras de la Navidad no ahoguen tu venida en mí.

“¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor!”

Mis preparativos serán la oración, la alegría y la paz… “Y el Verbo se hizo hombre y el Verbo se encarnó”. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”.

“Y el Verbo era luz y el Verbo era vida y el Verbo era alegría”.

Pues tú y yo celebremos con gozo y con alegría el gran regalo de la Navidad, el Dios-conmigo, el Dios-con-nosotros. Pidámosle también perdón por tantas cosas…

Nos pongamos al lado de María, con ese cariño, esa mujer tan buena que con su ‘sí’ nos acaba de entregar a su Hijo.

Silencio, adoración, y como un pequeño esclavito, alguien metido en la cueva de Belén, adorar… servir… gozar… alegrar… y darle gracias por su gran regalo de amor: el gran regalo de Jesús.

“Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. “Y en medio del silencio, el Verbo se encarnó”.

Querido amigo, que así sea en tu vida y en la mía.

Silencio, alegría, adoración, gozo y explosión de amor con este Dios que quiere compartir mi vida para llenarla de luz… y de fuerza.

¡Que así sea!

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