El sábado 21 de marzo la Familia Dominicana rezará unida por la epidemia de COVID 19

  Ante la crisis sanitaria que azota a buena parte del mundo, las fraternidades laicales de Santo Domingo de Hispania proponen al resto de la Familia Dominicana unirse en oración sin salir de sus hogares. Frailes, monjas, sacerdotes, hermanas, laicos y jóvenes se unirán el sábado 21 de marzo a las 18h. desde sus casas y comunidades para rezar juntos pidiendo la intercesión de la Virgen María en la lucha contra la pandemia del coronavirus.

  Las pautas para la oración comunitaria son las siguientes:

  1. Introducción.

  La Orden Dominicana ha vivido a lo largo de su historia muchas epidemias, en todas sufrió mucho, pero también supo reaccionar bien, pues se esforzó en hacer lo correcto y, sobre todo, se puso en manos de Dios.

  San Agustín, en el número 3 de su Regla, nos dice que hemos sido convocados comunitariamente para tener un solo corazón y una sola alma hacia Dios.

  Eso es lo que vamos a hacer en esta oración, poner el corazón de nuestra familia y de nuestra comunidad en manos de Dios, para que nos ayude en esta dura prueba y, sobre todo, para que ayude y consuele a los que peor lo están pasando.

  1. Canto o CD: Lo que deseen poner o tengan en casa.
  1. Oración.

  Jesucristo, tú atravesaste pueblos y villas “curando toda dolencia y toda enfermedad.” Por tu mandato, los enfermos fueron curados.

  Acude a nuestra ayuda hoy, en medio de la propagación global del coronavirus, para que podamos sentir tu amor curativo.

  Cura a todos los enfermos con el virus. Que puedan recuperar sus fuerzas y sanar mediante un buen cuidado médico.

  Sánanos de nuestros temores, los cuales no permiten que las naciones trabajen unidas y que los vecinos se ayuden unos a otros.

  Cúranos de nuestro orgullo, el cual nos hace asumir invulnerabilidad ante una enfermedad que no tiene límites.

 Jesucristo, sanador de todo, acompáñanos en estos tiempos de incertidumbre y pena.

 Acompaña aquellos que han muerto por causa del virus. Que estén descansando a tu lado en tu paz eterna.

  Acompaña las familias de quienes están enfermos o que han muerto. En medio de sus preocupaciones y penas, líbrales de enfermedad y desesperación. Permíteles sentir tu paz.

 Acompaña los doctores, enfermeras, investigadores y todos los profesionales médicos que andan en búsqueda de sanar y ayudar a los afectados, y que corren riesgos en el proceso. Permíteles sentir tu protección y paz.

  Acompaña los líderes de todas las naciones. Dales la visión para actuar con amor, y un verdadero interés en el bienestar de la gente que deben de servir.

  Dales la sabiduría para poder invertir en soluciones de largo plazo que ayudarán a la preparación o prevención de futuros brotes.

  Permíteles conocer tu paz en esta tierra, mientras juntos trabajan para lograrlo.

  Ya estemos en nuestras casas o en el extranjero, rodeados de muchos o de unos pocos que sufren de esta enfermedad, Jesucristo, acompáñanos mientras soportamos y lamentamos, persistimos y nos preparamos.

  Sustituye nuestra ansiedad por tu paz.  Jesucristo, sánanos. Amén.

4.Salmo 27: Confianza ante el peligro.

5.Lectura: 1 Cor. 12:26.

«Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento»

6.Reflexión: Carta de Fray Gerard Timoner, Maestro de la Orden.

Queridos hermanos y hermanas de la Familia Dominicana,

  Como saben, después de China, Italia está sufriendo gravemente debido al covid-19. Algunos miembros de la Familia Dominicana en el norte del país han contraído el virus. Continuemos rezando por todos los enfermos, los que los cuidan, los que hacen todo lo posible por encontrar maneras de superar la pandemia y sus efectos adversos.

  Junto con los hermanos y hermanas de Santa Sabina, deseo ofrecer palabras de solidaridad como gesto de nuestra cercanía en este momento en que el bien común requiere “distanciamiento social”. Nuestra misión es construir la comunión y, sin embargo, en este tiempo de crisis, parece que nos rendimos al aislamiento. Por paradójico que parezca, mantener la distancia entre nosotros significa que realmente nos preocupamos los unos por los otros, porque queremos detener la transmisión del novedoso coronavirus que ya se ha cobrado la vida de muchas personas y ha puesto en peligro la vida de otras muchas en todo el mundo. Nos mantenemos a distancia no porque veamos a nuestro hermano o hermana como un portador potencial del virus, o porque tengamos miedo de enfermar; sino porque queremos ayudar a romper la cadena de transmisión viral. Cuando el sistema de salud se sobrecarga, como ha sucedido en el norte de Italia, los encargados de la atención médica se verán obligados a tomar decisiones éticas difíciles – ¿debe priorizarse un paciente que es más joven y por lo tanto con una mayor esperanza de vida frente a uno que es más anciano? Esperamos y rezamos para evitar que eso suceda en otros lugares, haciendo todo lo que podamos para evitar una mayor transmisión del virus. Aquí en Italia, como en otros países, es doloroso para nosotros no celebrar públicamente la Eucaristía, el sacramento de comunión, en un momento en que la gente más lo necesita por el aislamiento. Y sin embargo tenemos que soportar este sufrimiento en el espíritu de la solidaridad humana y la comunión, porque “si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento” (I Cor. 12:26).

  En este tiempo de quarantena en quaresima, estamos invitados a detenernos y reflexionar sobre la cercanía de Dios para con nosotros. Cuando se suspende el culto público por el bienestar de los fieles, nos damos cuenta de la importancia de la comunión espiritual. En estos lugares, es como si la gente experimentara un prolongado “Sábado Santo” cuando la Iglesia “se abstiene de la celebración de la Eucaristía” meditando sobre la pasión del Señor y esperando su resurrección (Paschale Solemnitatis, 73-75). De manera experimental, recordamos el hambre de la Eucaristía de nuestros hermanos y hermanas en zonas remotas que sólo podían participar en la misa una o dos veces al año. Ahora, más que nunca, necesitamos encontrar maneras de romper el aislamiento, de predicar el Evangelio del amor y de la comunión, incluso en el “continente digital” (ACG Biên Hòa 2019, 135-138). Necesitamos recordar a nuestra gente que Jesús permanece cerca de nosotros incluso cuando tenemos hambre del Pan de Vida.

  Permítanme recordarles lo que ya sabemos en lo profundo de nuestros corazones. ¡Si queremos difundir el Evangelio, debemos estar con la gente, estar cerca de ellos! Debemos cruzar las fronteras lingüísticas, culturales e incluso ideológicas para difundir la Palabra de Dios. Por el contrario, si queremos detener la propagación de algo malo como el coronavirus, debemos mantener la distancia, debemos abstenernos del encuentro personal porque cualquier encuentro cercano tiene el potencial de propagar el contagio.

  La pandemia actual muestra claramente que, para que algo circule, son necesarios la cercanía y el encuentro personal. Cuando esta crisis termine, no olvidemos la lección: si queremos que el Evangelio circule en nuestro mundo secularizado, son necesarios la misma cercanía y el encuentro personal. Espero y rezo para que nuestros centros de estudios, parroquias y otros centros apostólicos continúen siendo como un “aeropuerto”, es decir, un centro donde la gente profundice su conocimiento y su fe para que ellos también puedan “contagiar” positivamente a todos con la alegría contaminante del Evangelio.

  Continuamos rezando por los enfermos y por aquellos que los cuidan. Incluso en nuestra soledad, Dios está cerca de nosotros, y nunca estamos solos porque todos pertenecemos al Cuerpo de Cristo.

Su hermano,

Fr. Gerard Francisco P. Timoner III, O.P.

Maestro de la Orden

7.Peticiones: Todas las que deseen hacer personalmente.

8.Padre Nuestro.

9.Oración del Papa a la Virgen por el coronavirus:

“Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino

como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos,

que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús,

manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos,

sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás,

para que, como en Caná de Galilea,

pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,

a conformarnos a la voluntad del Padre

y a hacer lo que nos dirá Jesús,

quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos

y ha cargado nuestros dolores para conducirnos,

a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.

No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba

y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.

Amén.

10.Rezo de la Salve y O. Lumen.

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