El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante

Domingo 28 de abril de 2024. Domingo V de Pascua.

Lectura del santo Evangelio según San Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

REFLEXIÓN

En este V Domingo de Pascua, la liturgia nos invita a permanecer unidos al Señor, alimentándonos de su Palabra y Vida para dar abundantes frutos como verdaderos discípulos.

Por eso, el Evangelista Juan nos invita a permanecer en Cristo. Permanecer en el Resucitado es permanecer en su amor. No se trata de una permanencia simplemente afectiva y emocional. Es la permanencia práctica y eficaz que crea y sostiene una relación interpersonal. Una relación no se sostiene porque digamos muchas veces te quiero mucho, sino cuando se afianza un compromiso con la vida y el bien del otro.

Permanecer en Cristo es también someternos a las tijeras de Dios que poda en nosotros todo aquello que impide el crecimiento y la riqueza de una relación que supera toda frontera. La permanencia regala consistencia, fortalece el sí de nuestra autenticidad y solidez, y hace posible la estabilidad en algo. Ser estables no es estar quietos sin modificar nada. Ser estable es poder involucrarnos, comprometernos y perseverar en aquello con que nos hemos comprometido.

Las comunidades, las familias y los pueblos saben de Pascuas. Saben de pascuas porque saben de amor. Aparentemente, cuando acontece la Pascua, nada cambiará y el mundo seguirá igual. Pero nosotros, los cristianos, tenemos la certeza de que lo esencial ha cambiado y desde nuestra raíces en el corazón de la tierra, nos resulta más cercano el cielo porque hemos resucitado a una vida nueva, dichosa y plena.

El consuelo del Espíritu Santo en medio de las dificultades multiplica la Iglesia, pues solo con su ayuda y protección podemos dar frutos abundantes y llegar a los gozos de la vida eterna. Jesús nos dice que él y el Padre forman una comunión de amor, y que nosotros debemos vivir unidos a él, igual que el sarmiento a la vid, para así dar fruto. Esto significa cumplir sus mandamientos, dejándonos podar por Dios a través del Espíritu. Estas palabras son su testamento y miran al futuro de los discípulos, que deben saber pedir y buscar la gloria de Dios Padre.

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