Domingo, 25 de abril de 2021. Domingo IV de Pascua.
Lectura del evangelio según san Juan (10,11-18).
En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
EL PASTOR DE NUESTRAS VIDAS
La vida de los hombres está siempre amenazada y no es fácil vivir con serenidad los sucesos de cada día, las experiencias dolorosas del destino, los fracasos y las incertidumbres que en ocasiones nos pone la vida.
M. Heidegger piensa que es necesario «una apertura al misterio» para aprender a vivir con serenidad la existencia: «La serenidad ante las cosas y la apertura al misterio coinciden. Nos ofrecen la posibilidad de comportarnos de una manera totalmente nueva en el mundo. Nos prometen un nuevo fundamento y un nuevo terreno sobre el que, dentro del mundo, podamos estar y subsistir sin peligro alguno».
Aunque vivimos en una época de avances tecnológicos insospechados sólo hace unos años, todos sabemos que nos movemos en un mundo en el que aún nos falta mucho por saber. En muchas ocasiones, el hombre de hoy no sabe qué es lo esencial y qué es lo poco importante. No sabe de dónde venimos y hacia dónde vamos. Tantas veces anhelamos algo grande y cuando lo tenemos ante nosotros o dentro de nosotros, no sabemos reconocerlo.
Andamos a tientas y no precisamente por nuestra maldad sino por nuestra pequeñez. Somos como niños perdidos en un mundo difícil que creemos dominar pero que nos desborda con su misterio. No nos entendemos a nosotros mismos, ni comprendemos tantas cosas a nuestro al rededor. Corremos tras la felicidad sin poder atraparla de manera definitiva. Nos cansamos buscando seguridad, pero nuestro corazón sigue inquieto e inseguro.
Tal vez no hemos intuido todavía que la verdadera serenidad nos envuelve cuando aceptamos humildemente nuestra pequeñez y nos dejamos guiar por Dios. Hemos olvidado demasiado que tenemos un Pastor que conoce hasta el fondo nuestras existencias y nos conduce a nuestro verdadero destino.
Nuestra serenidad sólo es posible cuando comenzamos a pensar y vivir desde Dios. Entonces toda cobra nueva luz. Todo es importante, pero nada es demasiado importante. Todo se comprende de otra manera. Lo único importante es ese Dios en cuyas manos estamos y cuya vida sostiene la nuestra. Lo importante es ese Pastor que nos guía hacia el Padre.
Todo tiene salida. No estamos abandonados. Siempre podemos tener esperanza. Nuestro final es un Padre demasiado grande para que lo podamos comprender desde ahora. Pero desde ahora podemos caminar hacia él bajo la guía serena del verdadero Pastor. Y no hay nada ni hay nadie que tenga fuerza o poder suficiente para arrebatarnos de su rebaño. Sólo nosotros podemos alejarnos de él. Sólo desde esta cercanía estrecha, desde este conocimiento mutuo y esta comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su vida con las ovejas. Hacia esta comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar también hoy nosotros, sin apartarnos jamás de su amor, que es infinito para nosotros.