Curó a muchos enfermos de diversos males

Domingo, 31 de enero de 2021. IV del Tiempo Ordinario.

Lectura del evangelio según san Marcos (1,29-39).

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

REFLEXIÓN

RETIRARSE A ORAR

En medio de su intensa actividad de profeta itinerante, Jesús cuidó siempre su comunicación con Dios en el silencio y la soledad. Los evangelios han conservado el recuerdo de una costumbre suya que causó honda impresión: Jesús solía retirarse de noche a orar.

El episodio que narra Marcos nos ayuda a conocer lo que significaba la oración para Jesús. La víspera había sido una jornada dura. Jesús «había curado a muchos enfermos». Las gentes de Cafarnaúm hablaban de El: «La población entera se agolpaba» en torno a Jesús. Todo el mundo hablaba de él.

Esa misma noche, «de madrugada», entre las tres y las seis de la mañana, Jesús se levanta y, sin avisar a sus discípulos, se retira al descampado. «Allí se puso a orar». Necesita estar a solas con su Padre. No quiere dejarse aturdir por el éxito. Solo busca la voluntad del Padre: conocer bien el camino que ha de recorrer.

Sorprendidos por su ausencia, Simón y sus compañeros corren a buscarlo. No dudan en interrumpir su diálogo con Dios. Solo quieren retenerlo: «Todo el mundo te busca». Pero Jesús no se deja programar desde fuera. Solo piensa en el proyecto de su Padre. Nada ni nadie lo apartará de su camino. No tiene ningún interés en quedarse a disfrutar de su éxito en Cafarnaúm. No cederá ante el entusiasmo popular. Hay aldeas que todavía no han escuchado la Buena Noticia de Dios: «Vamos… para predicar también allí».

Uno de los rasgos más positivos en el cristianismo contemporáneo es ver cómo se va despertando la necesidad de cuidar más la comunicación con Dios, el silencio y la meditación. El cristiano de hoy, y cada día más, siente la necesidad de vivir de manera más contemplativa.

Es urgente. Los cristianos, por lo general, ya no sabemos estar a solas con el Padre. Los predicadores y catequistas hablan mucho de Dios, pero hablan poco con él. La costumbre de Jesús se olvidó hace mucho tiempo. En las parroquias se hacen muchas reuniones de trabajo, pero no saben de retirarse para descansar en la presencia de Dios y llenarse de su paz.

Uno de los mayores problemas, es no tener la fuerza espiritual necesaria para enfrentarse a ellos. La oración es fundamental.

En este domingo contemplamos a Jesús como el Señor que sana los corazones destrozados, que venda sus heridas (cf. sal. resp.). En el Ev. se nos narra cómo curó a muchos enfermos de diversos males. Después se levantó de madrugada y se puso a orar. Y desde ahí salió a predicar a las aldeas cercanas, pues para eso había venido. Nosotros estamos llamados también a evangelizar, aunque muchas veces nos cueste; pero recordemos lo que nos dice san Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (2 lect.). Que viviendo unidos a Cristo, por la oración y especialmente en la eucaristía, fructifiquemos con gozo para la salvación del mundo (cf. orac. después de la comunión).

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