Ante el mes de octubre: La Virgen del Rosario y el Rosario de la Virgen

“LA VIRGEN DEL ROSARIO Y EL ROSARIO DE LA VIRGEN”

Charla con motivo del 150 Aniversario de la Declaración de la Virgen del Rosario como patrona de la ciudad de Cádiz.

La ciudad de Cádiz vive este año 2017 un acontecimiento de singular importancia. Se cumple el 150 aniversario de la declaración oficial de la Santísima Virgen del Rosario como patrona de la ciudad. Esa fecha era el punto de llegada de una devoción arraigada y anterior que los creyentes gaditanos venían profesando hacía siglos. ¡Cuántas generaciones de gaditanos han buscado amparo y protección en el Santísimo Rosario de tan dulce Madre! El Rosario de la Virgen hace que ésta sea la Virgen del Rosario, la Virgen que, con su Rosario, nos encadena a su corazón como dulce hogar de patrocinio y amor donde poder resguardarnos en nuestra búsqueda constante de amparo y consuelo. ¡Cuántos episodios de su historia puede narrar Cádiz en los que ha sentido la cercanía del amor maternal de la Virgen Madre de Dios, la Reina del Rosario!

El Rosario de la Virgen nos habla por tanto de su amor, de su mirada misericordiosa, intercesora y llena de ternura hacia nosotros sus hijos. El Rosario de la Virgen nos habla de Evangelio, nos perfuma de Evangelio, el aroma que debe exhalar siempre nuestra vida. El Rosario es escuela de María que nos instruye para ser buenos discípulos de Cristo, su Hijo. El Rosario de María nos habla de Dios y nos hace experimentar su misericordia, la cual se despliega sobre nosotros “de generación en generación”.

Vamos a hablar de la Virgen, la del Rosario, la nuestra, la Madre, la de esa cadena de rosas que nos ata a Ella y a su amor para siempre.

Vamos a hablar de esta advocación mariana, de este sobrenombre añadido al Dulce Nombre de María, de lo que ha supuesto y supone en la historia y espiritualidad de la Iglesia y, cómo no, de nuestra Orden que ha tenido en su transmisión y difusión una gran responsabilidad.

La devoción a la Virgen María es una constante en la vida cristiana. Al calor de nuestra devoción a la Virgen fortalecemos nuestra fe en Dios y nos afianzamos en el camino del seguimiento de su hijo Jesús. La oración del Rosario, dentro de la devoción a la Virgen María, ha tenido un puesto muy significativo, quizá el más significativo. El Rosario ha sido denominado como la oración mariana por excelencia. Fue notablemente difundido a lo largo de la historia y es una oración muy popular, muy del pueblo creyente. Quienes se han dedicado a la misión y a la predicación lo han utilizado como instrumento en su tarea de anunciar el Evangelio. Y también la catequesis, si no por él con él, llegó a muchos creyentes. De no pocos santos y santas se cuenta que eran devotos del Rosario de María. En los Papas, y en el Magisterio de la Iglesia en general, el Rosario ha encontrado igualmente un gran reconocimiento y bendición. Familias del pasado, y de hoy, se han congregado y se congregan para rezarlo juntos. La gran familia de la Iglesia no solo no lo ha olvidado sino que lo sigue rezando y proponiendo.

No se puede obviar por tanto su gran importancia ni hay necesidad de justificarla porque es clara y manifiesta. El Rosario es una oración de gran riqueza teológica también. Perder ese itinerario hacia la contemplación del Misterio de Cristo, que es el Rosario, presente desde hace tantos siglos en el corazón orante de la Iglesia, sería perder una de las perlas preciosas de la espiritualidad cristiana. El Rosario es un camino que nos conduce a la profundidad de la oración cristiana, la oración del corazón, la que nos une al Señor y nos impulsa a anunciarlo:

“Es un hecho de experiencia que cuando una persona reza el Rosario con confianza y perseverancia, pronto o tarde, siente nacer en su corazón la oración incesante del Espíritu. No sabe ni de dónde viene ni adónde va, pero es arrastrada y llevada en su movimiento. Entonces comprende la palabra de Jesús en el evangelio: ‘hay que orar siempre sin desfallecer’ (Lc 18,1). Es algo que no se explica, hay que ensayar y ponerse a ello hasta el día en que se recogen los frutos”

En el Rosario el creyente se introduce en esta oración del Espíritu de la mano de Aquélla Mujer, María, que supo hacer de su corazón morada de este mismo Espíritu. El Rosario así no es simplemente oración a María sino con María, la madre del Señor.

Un acercamiento a la historia

¿Cómo surgió el Rosario? ¿Quién lo inventó o fundó? ¿Dónde se originó?

Es bien conocida en la Iglesia la atribución del Rosario a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores. En la contemplación de los misterios del Rosario el pueblo de Dios canta con fervor este dístico: Viva María, viva el Rosario, viva Santo Domingo que lo ha fundado.

Ya a finales del siglo XIII tenemos testimonios pictóricos en los que se representa a la Santísima Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo. Una piadosa tradición avalaba esta representación artística. Esa piadosa tradición contaba cómo Santo Domingo, en su incansable tarea de predicación en el sur de Francia, se encontraba un día exhausto y hasta un tanto desmoralizado por la dificultad que suponía la conversión de los herejes. Así, en medio de un sueño, recibió de la Madre de Dios lo que ella denominaba como “arma infalible” para la predicación, la cual había de propagar y enseñar a todos. Y esa arma era el Santo Rosario. Esta tradición subraya así lo que podíamos denominar como el “origen sobrenatural” del Santo Rosario.

Pero al margen de esta antigua y piadosa tradición que ha llegado hasta nosotros, la cual no tenemos por qué desdeñar, ¿qué podemos decir ciñéndonos más a la historia?

El Rosario ha sido una oración que se ha ido configurando, se ha ido haciendo, a lo largo de los siglos. He aquí la gran riqueza de esta oración tan valiosa y singular. El punto de arranque del Rosario, o su “prehistoria”, lo hemos de colocar en torno al siglo XII, en la Edad Media. Por entonces comienza a surgir una nueva modalidad de oración que consistía en repetir jaculatorias un determinado número de veces. Su contenido era algo parecido al Ave María, que surgirá como tal un poco más adelante. El número de veces alternaba entre cincuenta o múltiplos. Surgía esta modalidad de oración como alternativa a la Liturgia de las Horas que rezaban los monjes. La Liturgia de las Horas consistía en el rezo de los ciento cincuenta salmos de la Biblia a lo largo del día. Este rezo se hacía en latín. Por tanto, esta  nueva forma de orar, al ser más sencilla, se proponía a los monjes no letrados como alternativa al breviario, y también al pueblo fiel.

Un poco más adelante, ya en el siglo XIII, Santo Domingo de Guzmán  va a acoger e impulsar este nuevo método de oración de marcado contenido mariano. La historia nos da cuenta de la gran devoción que N. P. Sto. Domingo tenía a la Virgen, a la que consagró su Orden, los frailes predicadores, poniéndola bajo su protección. Ella va a ser invocada por la Orden como Madre de Misericordia y Reina de los Predicadores. El mismo Santo Domingo, tal como nos dicen los primeros cronistas de la Orden, tenía claro el origen mariano de la misma. La Virgen había inspirado la Orden. También los mismos cronistas nos dicen cómo invocaba frecuentemente a la Madre de Dios y le gustaba cantar por el camino el precioso canto latino Ave Maris Stella, ¡Salve estrella del mar…”

A Santo Domingo, hombre orante y contemplativo por antonomasia, le gustaba orar ante el Crucifijo. El pintor dominico, Fray Angélico, qué bien ha captado el contenido de la oración de Santo Domingo pintándole con frecuencia al pie de la Cruz. La tradición dominicana nos ha transmitido además nueve formas corporales de oración en Santo Domingo. En su oración ante el Crucifijo, Santo Domingo practicaba esa repetición de las jaculatorias marianas, a la que nos hemos referido, junto a un determinado número de genuflexiones, uniendo así a esta oración mariana la contemplación del misterio de Cristo. En comunión con María, Domingo contemplaba el Misterio de Cristo, con todo su cuerpo, alma, vida y corazón. Aquí podemos encontrar los orígenes del Rosario. Santo Domingo practicaba lo que podemos señalar como la “esencia del Rosario”. Así Santo Domingo ha sido aclamado como el fundador del Rosario, entendiendo esta afirmación como que él es el fundamento de esta oración, el decisivo impulsor en sus inicios.

En realidad, ¿qué ha sido sino el amor a la Virgen la causa principal del despunte de esta oración tan hermosa, tan completa, tan evangélica, tan fructífera y tan comprometida? Es más, podríamos decir que en la misma actitud reverente y contemplativa de la Virgen, que nos refiere el evangelista San Lucas, tiene su raíz el Santísimo Rosario. Ella, desde luego, con su actitud orante, es su gran inspiradora.

Los dominicos heredaron de Santo Domingo esa gran devoción a la Virgen María de tal manera que llegaron a ser llamados por el pueblo los frailes blancos de Santa María… Lo de blancos hacía referencia al color de su hábito religioso. Los dominicos heredan por tanto del propio Santo Domingo su espíritu contemplativo y también la costumbre de rezar así, desarrollando y difundiendo esa forma de orar. Muy pronto empiezan a usar “contadores” para esa oración.

Existe en la biblioteca de Berna un manuscrito de1243 en el que aparece por primera vez la expresión “Psalterium Beatae Mariae” que empleó el dominico Juan de Mailly (+1260) para designar de un modo explícito la recitación de tres cincuentenas de Avemarías, tantas como los salmos de la Biblia, a la vez que decían “Gloria al Padre” inclinando la cabeza.

En el siglo XIV el cartujo Enrique de Kalkar realizó una subdivisión en el salterio de las Avemarías dividiéndolo en quince unidades, es decir, en quince decenas, intercalando entre decena y decena el rezo del Padrenuestro. En el siglo XV, entre 1410 y 1439, aparece un elemento nuevo para este salterio mariano de la mano de otro cartujo, Domingo de Prusia. Éste redujo a cincuenta el número de las Avemarías y a cada una  le añadió al final un pasaje de la vida de Jesús. De estas “cláusulas”, catorce se referían a la infancia y etapa pre-apostólica de Jesús, seis a la vida pública, veinticuatro a su pasión y muerte y otras seis a la glorificación de Cristo y su Madre.

En el siglo XV, el dominico, Beato Alain de la Roche (1428-1478), diseñó la organización del Rosario actual. Recupera el Salterio de las ciento cincuenta Avemarías, frente a la forma de las cincuenta únicamente, unidas a la meditación de los misterios de Cristo propuestos en tres series: misterios gozosos, misterios dolorosos y misterios gloriosos (de Christi incarnatione, passione et gloria). Todavía no se puede hablar de quince misterios, el B. Alain considera algunos más, como la circuncisión, la huida a Egipto, la vuelta de Egipto y la sujeción de Jesús a sus padres. Toma también el Padrenuestro. La oración del Padrenuestro comienza en este momento a tener el papel de introducir las secuencias de Avemarías. Este beato dominico creó las Cofradías del Rosario para difundir esta oración y comienza ya a llamarse dicha oración “rosario”, del latín “rosarium”, que significa jardín de rosas. Y es que todas las avemarías del Rosario eran consideradas como rosas, que unidas a los misterios de Cristo, formaban un hermoso jardín de oración dedicado a la Madre de Dios para imprimir en el corazón los “sentimientos de Cristo”.

Ya en 1521 otro dominico, Fray Alberto de Castello, redujo los misterios escogiendo quince, los más significativos. Paralelas a estas reformas y propuestas surgieron otras, pero fueron las del Beato Alain y Fray Alberto las que se impusieron.

El gran papa dominico, San Pío V, determinó en el siglo XVI la forma actual del Rosario, estableciendo en quince el número de los misterios a meditar e instituyó para el 7 de octubre la fiesta del Rosario, llamada primeramente de Nuestra Señora de las Victorias, pues con esta fiesta el Papa quería agradecer al Señor y a su Madre, la Virgen, la victoria cristiana en la famosa batalla de Lepanto, la cual, a juicio del papa, fue ganada gracias a la intercesión de la Virgen María invocada en aquella ocasión a través del rezo del Rosario. Debido a la importancia de esta victoria reproducimos brevemente su relato:

Los musulmanes ya habían arrasado con la cristiandad en el norte de África, en el medio oriente y otras regiones. España y Portugal se habían librado después de ocho siglos de lucha. La amenaza se cernía una vez más sobre toda Europa. Los turcos se preparaban para dominarla y acabar con el Cristianismo.

La situación para los cristianos era desesperada. Italia se encontraba desolada por una hambruna, el arsenal de Venecia estaba devastado por un incendio. Aprovechando esa situación los turcos invadieron a Chipre con un formidable ejército. Los defensores de Chipre fueron sometidos a las más crueles torturas.

El Papa San Pío V trató de unificar a los cristianos para defender el continente pero contó con muy poco apoyo.  Por fin se ratificó la alianza en mayo del 1571. La responsabilidad de defender el cristianismo cayó principalmente en Felipe II, rey de España, los venecianos y genoveses. Para evitar rencillas, se declaró al Papa como jefe de la liga, Marco Antonio Colonna como general de los galeones y Don Juan de Austria, generalísimo.  El ejército contaba con veinte mil buenos soldados, además de marineros. La flota tenía ciento un galeones y otros barcos más pequeños. El Papa envió su bendición apostólica y predijo la victoria. Ordenó además que sacaran a cualquier soldado cuyo comportamiento pudiese ofender al Señor.

San Pío V, como miembro de la Orden de Santo Domingo y consciente del poder de la devoción al Rosario, pidió a toda la Cristiandad que lo rezara y que hiciera ayuno, suplicándole a la Santísima Virgen su auxilio ante aquel peligro.

Poco antes del amanecer del 7 de Octubre la Liga Cristiana encontró a la flota turca anclada en el puerto de Lepanto. Al ver los turcos a los cristianos, fortalecieron sus tropas y salieron en orden de batalla. Los turcos poseían la flota más poderosa del mundo, contaban con trescientas galeras, además tenían miles de cristianos esclavos de remeros. Los cristianos estaban en gran desventaja siendo su flota mucho más pequeña, pero poseían un arma insuperable: el Santo Rosario. En la bandera de la nave capitana de la escuadra cristiana ondeaban la Santa Cruz y el Santo Rosario.

Mientras tanto, miles de cristianos en todo el mundo dirigían su plegaria a la Santísima Virgen con el rosario en mano, para que ayudara a los cristianos en aquella batalla decisiva.

La batalla duró desde alrededor de las 6 de la mañana hasta la noche, cuando la oscuridad y aguas picadas obligaron a los cristianos a buscar refugio. El Papa Pío V, desde el Vaticano, no cesó de pedirle a Dios, con las  manos elevadas como Moisés. Durante la batalla se hizo procesión del rosario en la iglesia de Santa María Sopra Minerva en la que se pedía por la victoria. El Papa estaba conversando con algunos cardenales pero, de repente, los dejó, se quedó algún tiempo con sus ojos fijos en el cielo y cerrando el marco de la ventana dijo: «No es hora de hablar más sino de dar gracias a Dios por la victoria que ha concedido a las armas cristianas». Este hecho fue cuidadosamente atestado y auténticamente inscrito en aquel momento y después en el proceso de canonización de Pío V.

Las autoridades después compararon el preciso momento de las palabras del Papa Pio V con los registros de la batalla y encontraron que concordaban de forma precisa. Los cristianos lograron una milagrosa victoria que cambió el curso de la historia. Con este triunfo se reforzó intensamente la devoción al Santo Rosario.

Posteriormente el Rosario se fue enriqueciendo. El Ave María se completa con el Santa María en los siglos XVI y XVII y posteriormente se van incluyendo en el Rosario el rezo de las Letanías, concretamente la lauretana, que originaria de 1500, es incluida en el Rosario por expreso deseo del Papa León XIII durante el mes de octubre, pasado finalmente a ser otro elemento fijo del Rosario. Más reciente es la inclusión de los cinco nuevos misterios luminosos, completándose así la contemplación de todo el Misterio de Cristo en el Rosario, por expreso deseo del papa San Juan Pablo II, quien nos dejó también una hermosa encíclica dedicada a esta bellísima y rica oración que es el Rosario.

Los dominicos, en su ministerio pastoral, nunca han olvidado la difusión de esta oración tan unida a la historia de la Orden y siempre considerada como un método eficaz de evangelización y de iniciación en la contemplación. El Rosario es considerado por nosotros algo muy propio de nuestra tradición, muy dominicano, y siempre hemos estado satisfechos de haber contribuido a su desarrollo y propagación.

Por tanto, el Rosario, tal y como hoy lo conocemos, es el fruto final de un hermoso proceso y desarrollo. Ha nacido y crecido al calor de la Orden Dominicana y se ha desarrollado en el corazón de toda la Iglesia, convirtiéndose así en la oración mariana más eclesial y universal.

Tanto en Lourdes como en Fátima, en los mensajes de las apariciones de la Virgen, se vuelve a subrayar la gran importancia del Rosario como oración para estimular la devoción, la conversión, la fe, la esperanza y la caridad, es decir, para favorecer la madurez e integridad de la vocación cristiana al seguimiento de Cristo y la vivencia del Evangelio.

El valor eclesial del Rosario: Papas, Magisterio, Bulas e Indulgencias

Esta preciosa oración del Santo Rosario ha gozado de la bendición de la Iglesia a través del Magisterio de sus Pontífices, que siempre han considerado el gran valor que tiene el rosario para la vida de los fieles. Igualmente por ello lo han enriquecido a través de Bulas, que alientan y fomentan su práctica, e indulgencias que lo enriquecen.

Destacamos el Magisterio más sobresaliente sobre el mismo ya que es demasiado amplio como para considerarlo todo en esta conferencia.

Comenzamos con el Papa dominico San Pío V, el Papa del Rosario, cuyo pontificado se extendió de 1566 a 1572.  En su Bula Consueverunt romani Pontifices, del 17 de septiembre de 1569, definió así esta oración del Rosario: “El Rosario o salterio de la Bienaventurada Virgen María es un modo piadosísimo de oración y plegaria a Dios, modo fácil al alcance de todos, que consiste en alabar a la Santísima Virgen repitiendo el saludo angélico por ciento cincuenta veces, tantas cuantas son los salmos del salterio de David, interponiendo entre cada  decena la oración del Señor, con determinadas meditaciones que ilustran  la vida entera de nuestro Señor Jesucristo”.

Pío V sanciona así esta forma del rezo del Rosario, que es la que nos ha llegado hasta hoy prácticamente, con los añadidos mencionados. Igualmente, como hemos dicho anteriormente, instituye la fiesta litúrgica del Rosario el 7 de octubre. Él insistía en que, por medio del rezo fervoroso del Rosario, se pueden obtener gracias extraordinarias por intercesión de la celestial Madre del Señor.

En 1573, el Papa Gregorio XIII le cambió el nombre a la fiesta, por el de Nuestra Señora del Rosario, en lugar de Ntra. Sra. de las Victorias. El Papa Clemente XI, que canonizó al Papa Pío V en 1712, extendió la fiesta del Santo Rosario a toda la Iglesia de Occidente en 1716. El Papa Benedicto XIII la introdujo además en el Breviario Romano.

El Beato Papa Pío IX, en su breve Egreiis, de 3 diciembre de1856, escribió: “A la manera que Santo Domingo se valió del Rosario como una espada para destruir la nefanda herejía de los albigenses, así hoy los fieles son ejercitados en el uso de esta arma, que es el rezo cotidiano del Rosario, fácilmente conseguirán destruir los monstruosos errores e impiedades que por todas partes se levantan”.

Usando este lenguaje un tanto apologético, debido a la situación histórica complicada que el Pontífice vivió, el Papa subraya el poder que tiene el Rosario en cuanto “arma espiritual” contra el mal y las dificultades que siempre nos acechan, por eso invita a su rezo cotidiano.

Incluso estando en su lecho de muerte el Papa dijo a uno de los que le asistían, al ser preguntado en qué pensaba: “Mira, estoy contemplando dulcemente los quince misterios que adornan las paredes de esta habitación, que son otros tantos cuadros de consuelo. ¡Si vieras cómo me animan! Contemplando los misterios de gozo, no me acuerdo de mis dolores; pensando en los de la cruz me siento confortado en gran manera, pues veo que no voy solo en el camino del dolor, sino que delante de mí va Jesús, y cuando considero los de gloria siento una gran alegría, y me parece que todas mis penas se convierten en resplandores de gloria. ¡Cómo me consuela el Rosario en este lecho de muerte! El Rosario es un evangelio compendiado y dará a los que lo rezan los ríos de la paz, de los que habla la Escritura: es la devoción más hermosa, más rica en gracias y gratísima al Corazón de María. Sea éste hijos míos mi testamento para que os acordéis de mí en la tierra”

León XIII fue otro “Papa del Rosario”. Su magisterio sobre el mismo es muy amplio. En 1878 escribe su encíclica “Supremi Apostolatus” toda ella dedicada al Rosario. En ella, recordando a Santo Domingo y también el acontecimiento de Lepanto, afirma: “Nos, pues, que buscamos un remedio a males parecidos, no dudamos que, valiéndonos de la misma oración que introdujo aquel santísimo varón con tanto provecho para el orbe católico, tendrá asimismo muchísima eficacia para aliviar las calamidades que afligen a nuestra época”. También ordena que se celebre con toda solemnidad la fiesta de la Virgen del Rosario, y anima a las Cofradías del mismo a que salgan públicamente en procesión.

En la exhortación “Salutaris ille Spiritus”, de1883, el Papa escribe: “Entre las varias maneras y fórmulas de orar empleadas piadosa y saludablemente en la Iglesia Católica, es recomendable por muchos títulos el llamado Rosario mariano… Queremos y decretamos que en las Letanías Lauretanas, después de la invocación Regina sine labe originali concepta, se añada la alabanza Regina Sacratissimi Rosarii, ora pro nobis… Las Cofradías del Santísimo Rosario en todas partes donde las leyes lo consientan, salgan en procesión solemne por las calles haciendo pública profesión de fe”.

En la exhortación “Optime Quidem”  de 1890 hace la primera teología del Rosario, afirmando con claridad que es una oración para todas las clases sociales. En 1892 en “Magnae Dei Matris” enseña cómo a través de la contemplación de los misterios del Rosario se robustece la fe y se santifica el cristiano, ayudando a conformar la vida con ellos. En la exhortación  “Laetitiae Sanctae”, de 1893, afirma que contra los males que afligen el mundo hay que pedir remedios al Rosario de María, cuyos misterios son modelos de todas las virtudes. En la encíclica “Iucunda Semper”, de 1894, el Papa muestra su satisfacción al ver cómo la devoción del Rosario se va intensificando día a día y dice: “Es imposible que el cristiano que con fe se aplique al rezo de estas oraciones y a la meditación de estos altísimos misterios, no acabe por admirarse profundamente contemplando los designios de Dios realizados en la Virgen María para la salvación de todos los pueblos, y que, una vez convencido de la verdad de estas cosas, deje de entregarse confiado en sus brazos protectores”. En el mismo año 1894 escribe otra exhortación titulada “Adjutricem populi” en la que vuelve a subrayar el papel del Rosario como instrumento de evangelización y ayuda para los tiempos adversos. En 1896, vuelve el Papa, en su Exhortación “Fidente Plerumque”, a recordar la importancia del Rosario y su celebración en el mes de octubre, subrayando que es una oración no solo para el rezo privado sino para el común.

El año siguiente, 1897, en el mensaje “Augustissimae Virginis” manifiesta el Papa su alegría al haberse restaurado la asociación del Rosario Perpetuo, animando a que se desarrolle e implante. En la encíclica “Diuturni temporis” de septiembre de1898 afirma el Papa León XIII: “grandísimo valor y utilidad… a causa de la abundancia de privilegios y derechos con que está enriquecido, y más que nada por el preciosísimo tesoro de indulgencias que dispone”.

Finalmente, ya próximo a la muerte, en un escrito titulado “Porta humano gemeri”, manifestando el consuelo que le produce la labor llevada a cabo durante su larguísimo pontificado, añade: “Mas Nos es causa de gozo particular haber puesto más al alcance de las inteligencias, con nuestras exhortaciones y cuidados, la santa práctica del Rosario mariano, y haber introducido más en el pueblo cristiano la costumbre de rezarlo; el haber multiplicado las cofradías del Rosario y el que florezcan cada vez más en el número de socios y en piedad; el que los eruditos las hayan ampliamente divulgado; finalmente, el que se celebre en toda la tierra, con grande e inusitado esplendor, el mes de octubre, dedicado todo a él, conforme a nuestros mandatos, al santo Rosario”.

En 1901 se inaugura la gran Basílica del Rosario en Lourdes y el Papa lleno de gozosa satisfacción escribe el 8 de septiembre: “tenemos por bueno y fausto… el que el próximo mes de octubre, como hemos dicho, se hayan de consagrar, en el templo de Lourdes, tantos altares cuantos son los misterios del Rosario”. León XIII: un Papa rosariano con un pontificado vivido y programado desde el Rosario.

San Pío X, aunque no escribió documentos sobre el Rosario sí tuvo muchas intervenciones subrayando la importancia de la devoción a la Virgen y a su Rosario y favoreciendo sus cofradías. En una ocasión San Pío X afirmó:

«Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo».

Benedicto XV, (1914-1922), el Papa que vivió la Primera Guerra Mundial y las apariciones de Fátima, recomendó a los fieles el rezo del Rosario para orar precisamente por el cese de tan cruel conflicto bélico. Con motivo de la celebración del VII centenario de la muerte de Santo Domingo, escribió la encíclica Fausto Appetente en la que dice: “el Rosario es aquella oración que por hacerse juntamente con la mente y con la lengua… es muy apta para alimentar y excitar entre el pueblo toda suerte de virtudes. Con razón, pues, mandó Domingo a sus hijos que al predicar al pueblo la palabra de Dios, se dedicaran con frecuencia y cariño a inculcar en las almas de los oyentes esta manera de orar, de cuya utilidad tenía mucha experiencia”.

Pío XI, (1922-1939). Al inicio de su pontificado se inauguró la gran Basílica del Rosario de Pompeya, obra del dominico seglar Beato Bartolomé Longo, cuya fiesta se celebra la víspera del día del Rosario, el 6 de octubre. Su vida fue todo un canto al Rosario de la Santísima Virgen María. Con este motivo el Papa escribió una bellísima oración a la Virgen del Rosario. En su encícilica “Ingravescentibus malis” Pío XI basa en el Rosario la superación de los graves males que se cernían sobre el mundo: el nazismo y el comunismo ateo de Rusia.

Entre las enseñanzas de este Papa sobre el Rosario destacamos estas palabras:

“Esta práctica de piedad, Venerables Hermanos, difundida admirablemente por Santo Domingo no sin superior insinuación e inspiración de la Virgen Madre de Dios, es sin duda fácil a todos, aún a los indoctos y a las personas sencillas.

¡Y cuánto se apartan del camino de la verdad los que reputan esa devoción como fastidiosa fórmula repetida con monótona cantilena, y la rechazan como buena para niños y mujeres!.

A este propósito es de observar que tanto la piedad como el amor, aun repitiendo muchas veces las mismas palabras, no por eso repiten siempre la misma cosa, sino que siempre expresan algo nuevo, que brota del íntimo sentimiento de caridad. Además. Este modo de orar tiene el perfume de la sencillez evangélica y requiere la humildad del espíritu, sin el cual, como enseña el Divino Redentor, nos es imposible la adquisición del reino celestial: en verdad os digo que si no os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Si nuestro siglo en su soberbia se mofa del Santo Rosario y lo rechaza, en cambio, una innumerable muchedumbre de hombres santos de toda edad y de toda condición, lo han estimado siempre, lo han rezado con gran devoción, y en todo momento lo han usado como arma poderosísima para ahuyentar a los demonios, para conservar íntegra la vida, para adquirir más fácilmente la virtud, en una palabra, para la consecución de la verdadera paz entre los hombres.

Ni faltaron hombres insignes por su doctrina y sabiduría que, aunque intensamente ocupados en el estudio y en las investigaciones científicas, no han dejado sin embargo un día sin rezar de rodillas y fervorosamente delante de la imagen de la Virgen esta piadosísima forma”.

Pío XII, es otro Papa que fomenta y favorece el rezo del Santo Rosario. Especialmente el apostolado rosariano de Pío XII se concreta en la propagación y recomendación de su rezo “en familia” y además lo propone a todos: niños, jóvenes, adultos y mayores. En su Encíclica “Ingruentium malorum” de 1951, ante la situación grave del mundo dividido en dos bloques con un gran potencial armamentístico, el Papa pide invocar a la Virgen mediante el Rosario.

“Y en verdad que con la frecuente meditación de los misterios el espíritu, poco a poco y sin dificultad, absorbe y se asimila la virtud en ellos encerrada, se anima de modo admirable a esperar los bienes inmortales y se siente inclinado, fuerte y suavemente, a seguir las huellas de Cristo mismo y de su Madre. Aun la misma oración tantas veces repetida con idénticas fórmulas, lejos de resultar estéril y enojosa, posee (como lo demuestra la experiencia) una admirable virtud para infundir confianza al que reza y para hacer como una especie de dulce violencia al maternal corazón de María.

Trabajad, pues, con especial solicitud, Venerables Hermanos, para que los fieles, con ocasión del mes de octubre, practiquen con la mayor diligencia método tan saludable de oración y para que cada día más lo estimen y se familiaricen con él. Gracias a vosotros, el pueblo cristiano podrá comprender la excelencia, el valor y la saludable eficacia del santo Rosario”

San Juan XXIII, el Papa bueno, fue también un gran devoto del Rosario al que dedicó tres documentos en su pontificado. En su Encíclica “Grata recordatio” de 1959 dice:

“Desde los años de Nuestra juventud, a menudo vuelve a Nuestro ánimo el grato recuerdo de aquellas Cartas encíclicas  que Nuestro Predecesor, León XIII, siempre cerca del mes de octubre, dirigió muchas veces al mundo católico para exhortar a los fieles, especialmente durante aquel mes, a la piadosa práctica del santo rosario: Encíclicas, varias por su contenido, ricas en sabiduría, encendidas siempre con nueva inspiración y oportunísima para la vida cristiana. Eran una fuerte y persuasiva invitación a dirigir confiadas súplicas a Dios a través de la poderosísima intercesión de la Virgen Madre de Dios, mediante el rezo del santo Rosario. Este, como todos saben, es una muy excelente forma de oración meditada, compuesta a guisa de mística corona, en la cual las oraciones del «Pater noster», del «Ave María» y del «Gloria Patri» se entrelazan con la meditación de los principales misterios de nuestra fe, presentando a la mente la meditación tanto la doctrina de la Encarnación como de la Redención de Jesucristo, nuestro Señor”.

 Y también: “Hoy cada alma que ora, ya no se siente sola y ocupada exclusivamente en los propios intereses de orden espiritual y temporal, sino que advierte más y mejor que en el pasado, que pertenece a todo un cuerpo social, cuya responsabilidad participa, gozando sus ventajas y temiendo sus incertidumbres y peligros … El rosario de María, pues, viene elevado a la condición de una gran plegaria pública y universal frente a las necesidades ordinarias y extraordinarias de la Iglesia santa, de las naciones y del mundo entero”.

 “Para cada decena de Avemarías he aquí un cuadro, y para cada cuadro un triple acento, que es al mismo tiempo: contemplación mística, reflexión íntima e intención piadosa…”

El Beato Pablo VI, tiene varios escritos en los que habla del gran valor del Rosario. En su Exhortación Apostólica “Marialis Cultus” dice:  “Oración evangélica centrada en el misterio de la Encarnación redentora, el Rosario es, pues, oración de orientación profundamente cristológica. En efecto, su elemento más característico —la repetición litánica en alabanza constante a Cristo, término último de la anunciación del Ángel y del saludo de la Madre del Bautista: «Bendito el fruto de tu vientre» (Lc 1,42). Diremos más: la repetición del Ave María constituye el tejido sobre el cual se desarrolla la contemplación de los misterios; el Jesús que toda Ave María recuerda, es el mismo que la sucesión de los misterios nos propone una y otra vez como Hijo de Dios y de la Virgen, nacido en una gruta de Belén; presentado por la Madre en el Templo; joven lleno de celo por las cosas de su Padre; Redentor agonizante en el huerto; flagelado y coronado de espinas; cargado con la cruz y agonizante en el calvario; resucitado de la muerte y ascendido a la gloria del Padre para derramar el don del Espíritu Santo. Es sabido que, precisamente para favorecer la contemplación y «que la mente corresponda a la voz», se solía en otros tiempos —y la costumbre se ha conservado en varias regiones— añadir al nombre de Jesús, en cada Ave María, una cláusula que recordase el misterio anunciado. Se ha sentido también con mayor urgencia la necesidad de recalcar, al mismo tiempo que el valor del elemento laudatorio y deprecatorio, la importancia de otro elemento esencial al Rosario: la contemplación. Sin ésta el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: «cuando oréis no seáis charlatanes como los paganos que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad» (Mt 6,7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezcan en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza”.

“Meditando los misterios del rosario aprenderemos, siguiendo el ejemplo de María, a convertirnos en almas de paz, por mediación del contacto amoroso e incesante con Jesús y con los misterios de su vida redentora.”

En 1966 firma una Encíclica titulada: “Christi Matri Rosarii” pidiendo encarecidamente que se rece por la paz del mundo. Igualmente lo hace en la Exhortación “Recurrens mensis octobris” de 1968.

San Juan Pablo II, el Papa del “Tous Tuus”, un enamorado de la Santísima Virgen fue un excelente promotor del Santo Rosario. Así decía:“El Rosario lentamente meditado en familia, en comunidad o individualmente, os hará entrar poco a poco en los sentimientos de Cristo y de su madre evocando todos los acontecimientos que son la clave de nuestra salvación”.

En muchas alocuciones y escritos habla este Papa del Rosario, pero especialmente en su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae”, de 2002. La carta es una instrucción sobre la riqueza espiritual del Santo Rosario, el modo de recitarlo y la incorporación de los cinco nuevos Misterios de la Luz que consideran la vida pública de nuestro Señor Jesucristo.

“El Rosario es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Podríamos llamarlo el «camino de María». Recorrer con María las escenas del Rosario es como ir a la «escuela» de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la madre del Redentor.

Hoy estamos ante nuevos desafíos (…) El Rosario nos permite esperar vencer una «batalla» tan difícil  como la de la paz (…) El Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. TOMAD CON CONFIANZA ENTRE LAS MANOS EL ROSARIO”.

El Papa Benedicto XVI, dentro de su amplio magisterio, nos ofrece palabras hermosas e interpelantes sobe el Santo Rosario, oración que él igualmente valora y propone:

“En realidad, el Rosario no se contrapone a la meditación de la Palabra de Dios y a la oración litúrgica; es más, constituye un complemento natural e ideal, en particular como preparación y como acción de gracias a la celebración eucarística. Contemplamos al Cristo encontrado en el Evangelio y en el Sacramento en los diferentes momentos de su vida gracias a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. En la escuela de la Madre, aprendemos así a conformarnos con su Hijo divino y a anunciarlo con nuestra misma vida.

Si la Eucaristía es para el cristiano el centro de la jornada, el Rosario contribuye de manera privilegiada a dilatar la comunión con Cristo, y educa a vivir manteniendo fija en Él la mirada del corazón para irradiar sobre todos y sobre todo su amor misericordioso. Contemplativo y misionero: así fue el querido Papa Juan Pablo II. Lo fue gracias a la íntima unión con Dios, alimentada cotidianamente por la Eucaristía y por prolongados momentos de oración.

En el momento del Ángelus, para él tan querido, es dulce y un deber recordarle en este aniversario, renovando a Dios la acción de gracias por haber dado a la Iglesia y al mundo un sucesor tan digno del apóstol Pedro. Que la Virgen María nos ayude a hacer un tesoro de su preciosa herencia”. (Ángelus, 16 de octubre de 2005).

El 27 de octubre de 2008, Benedicto XVI en el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya decía: «EL ROSARIO ES ARMA ESPIRITUAL EN LA LUCHA CONTRA EL MAL». Y también estas otras palabras: «Encomendémonos con confianza, sobre todo a la bienaventurada Virgen María, a quien veneramos  el 7 de octubre con el título de Virgen del Rosario. El mes de octubre está dedicado al santo Rosario, singular oración contemplativa con la que, guiados por la celestial Madre del Señor, fijamos la mirada en el rostro del Redentor para ser conformado en su misterio de alegría, de luz, de dolor y de gloria. Esta antigua oración está experimentando un providencial reflorecimiento, gracias en parte al ejemplo y a la enseñanza del querido Papa Juan Pablo II. Os invito a releer su carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae» y a llevar a la práctica sus indicaciones a nivel personal, familiar y comunitario».

El papa actual, Francisco, nos ha ofrecido ya palabras muy hermosas y testimoniales sobre el valor del Santo Rosario. Así en el Vaticano, el 12 de septiembre de 2014 el Papa Francisco decía: «El Rosario es la oración de mi corazón… El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”.

Y en Pompeya el 21 de marzo de 2015 el papa Francisco dirigió a Nuestra Señora del Rosario la siguiente oración:

«Virgen del Santo Rosario, Madre del Redentor, mujer de nuestra tierra encumbrada por encima de los cielos, humilde sierva del Señor, proclamada Reina del mundo, desde lo profundo de nuestras miserias recurrimos a ti. Con confianza de hijos miramos tu rostro dulcísimo. Coronada con doce estrellas, tú nos llevas al misterio del Padre, tú resplandeces de Espíritu Santo, tú nos donas a tu Niño divino, Jesús, nuestra esperanza, única salvación del mundo.

Brindándonos tu Rosario, tú nos invitas a contemplar su Rostro. Tú nos abres su corazón, abismo de alegría y de dolor, de luz y de gloria, misterio del Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros. A tus pies sobre las huellas de los santos, nos sentimos familia de Dios. Madre y modelo de la Iglesia , tú eres guía y sostén seguro. Haz que seamos un corazón solo y un alma sola, pueblo fuerte en camino hacia la patria del cielo. Te entregamos nuestras miserias, los tantos caminos del odio y de la sangre, las mil antiguas y nuevas pobrezas y sobre todo nuestro pecado. A ti nos encomendamos, Madre de misericordia: obtennos el perdón de Dios, ayúdanos a construir un mundo según tu corazón.

¡Oh Rosario bendito de María!, cadena dulce que nos anuda a Dios, cadena de amor que nos hace hermanos, no te dejaremos jamás. En nuestras manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino.

Y nuestro beso a ti, en nuestro último respiro, nos sumergirá en una ola de luz, en la visión de la Madre amada y del Hijo divino, anhelo de alegría de nuestro corazón con el Padre y el Espíritu Santo».

El Rosario, al ser una oración de alto nivel espiritual, ha sido enriquecido a lo largo de la historia con múltiples indulgencias. San Juan Pablo II en su Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae (Rosario de la Virgen María, 37) señaló que “para fomentar esta proyección eclesial del Rosario, la Iglesia ha querido enriquecerlo con santas indulgencias para quien lo recita con las debidas disposiciones”.

Al respecto, la Concesión 17 del Enchiridion Indulgentiarum (Manual de Indulgencias) de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano, indica que se concede indulgencia plenaria al fiel que “recite devotamente el Rosario mariano en una iglesia u oratorio, o en familia, en una comunidad religiosa, en una reunión de fieles y en general, cuando varios se reúnen para un fin honesto”. 

Asimismo, se otorga cuando el fiel “se una devotamente a la recitación de esa misma devoción cuando es hecha por el Sumo Pontífice y es difundida por medio de un instrumento  televisivo o radiofónico. En otras circunstancias la indulgencia será parcial”. Más adelante puntualiza que en cuanto a la indulgencia plenaria por el rezo del Santo Rosario, “basta solo la recitación de una tercera parte del mismo; pero las cinco decenas deben recitarse seguidas”. 

De igual manera destaca que en el caso de la oración vocal “debe añadirse la devota meditación de los misterios” y que en el rezo público, “los misterios deben enunciarse conforme a la costumbre aprobada en el lugar; pero en la recitación privada, basta que el fiel añada a la oración vocal la meditación de los misterios”.

Como se sabe la indulgencia plenaria se puede ganar una vez al día (excepto en peligro de muerte). Es posible obtenerla si se hacen las debidas disposiciones que manda la Iglesia. Es decir, con confesión sacramental, comunión eucarística y oraciones por las intenciones del Papa. Si se desea, la indulgencia se puede ganar para un difunto.

Sobre el objeto del Rosario, el Beato Pablo VI estableció en su Constitución Apostólica Indulgentiarum Doctrina (Doctrina de las indulgencias, Norma 17), que “el fiel que emplea  con devoción un objeto de piedad (crucifijo, cruz, Rosario, escapulario o medalla), bendecido debidamente por cualquier sacerdote, gana una indulgencia parcial”.

“Y si hubiese sido bendecido por el Sumo Pontífice o por cualquier Obispo, el fiel, empleando devotamente dicho objeto, puede ganar también una indulgencia plenaria en la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, añadiendo alguna fórmula legítima de profesión de fe”.

Por lo tanto, no basta con llevar el Rosario en el cuello, el bolsillo o el bolso para ganar la indulgencia parcial, sino que se tiene que usar para la oración, para acercarnos más a Dios en la propia vida.

El Rosario de María y María del Rosario hoy

Esta pincelada histórica sobre los orígenes del rosario y el recorrido por la enseñanza de los Papas, nos ha recordado cómo el Santo Rosario ha sido querido y utilizado por tantas generaciones de creyentes. Esto nos estimule a nosotros a seguir rezándolo y proponiendo como método de oración que nos introduce en el misterio de la salvación, modelando nuestro corazón al estilo del de María, un corazón limpio y deseoso de acoger al Señor.

El Santo Rosario es una oración mariana de una importancia capital en la piedad de la Iglesia. Forma parte de la hermosa tradición orante de la Iglesia. Ha sido grandemente difundido y propuesto como una oración intensamente contemplativa que desvela ante nosotros el rostro de Cristo Salvador, rostro admirado, adorado y acogido por nosotros en comunión con la Santísima Virgen María.

Es una oración completa, todo un compendio del Evangelio. Toda una expresión de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María que es la que nos lleva a ser mejores discípulos de Cristo su Hijo.

Pero la pregunta que nos surge y nos urge después de esta presentación es la siguiente: ¿y ahora qué?, y nosotros… ¿cómo nos situamos ante el Rosario?

¿De qué nos sirve hablar de la Virgen del Rosario y del Rosario de la Virgen, si no adquirimos el compromiso de cogerlo de sus manos y de ponernos a rezarlo y a transmitirlo como un elemento que mejora nuestra vida cristiana y nos hace tomar conciencia de nuestra identidad de seguidores de Jesús?

Muchas objeciones se ponen al Rosario porque no sabemos rezar y porque nos falta tiempo para la contemplación de las cosas de Dios. En medio de un mundo envuelto en prisas, ritmo frenético que nos devora, el Rosario nos ofrece un momento de solaz espiritual, de calma, de quietud, para sentir la mano materna y tierna de María que, con su Rosario bendito, nos pacifica, nos cura y nos dispone, al contemplar los sentimientos de Cristo, a caminar más decididos el camino de la fe y del Evangelio del Señor, a ser más fuertes en el día a día de nuestra vida, a encarar las dificultades y a superar la aridez y el sufrimiento que a veces se presenta en nuestra vida. Rezar el Rosario es vivir el Rosario como fuente de alegría porque nos encontramos con el Señor, a través de María.

Que este año sea para Cádiz el año del Rosario, de su Virgen del Rosario. Que este año sea todo un rosario continuo de Cádiz y por Cádiz a su Excelsa Patrona. Que sea un año para propagar con ahínco, una vez más, el rezo del Rosario. Que este Santuario de la Patrona irradie amor por el Rosario  y contagie a todos los gaditanos el deseo de rezarlo. Que todos los fieles, parroquias, sacerdotes, comunidades religiosas, movimientos cristianos… conformen este año en Cádiz un hermoso rosario dirigido a María, la Virgen del Rosario, Consuelo de los afligidos, Auxilio de los cristianos y Reina de la Paz. Que todo Cádiz quede encadenado a María, la Reina del Rosario, su amparo y siempre celestial Patrona.

 Fr. Juan Carlos González del Cerro, O.P

 

Apunte Bibliográfico:

-AA.VV. Nuevo Diccionario de Mariología. Paulinas. Madrid 1988. Voz Rosario, 1731-1741

-Miguel Ángel FUERTES. El Rosario oración de ayer y de hoy. San Esteban. Salamanca 1993. 34-40

-Jean EVENOU. Liturgia y devociones marianas. En: Cuadernos PHASE, nº 61. 19-20

-AA.VV. Enciclopedia Universal Ilustrada. Tomo LII. Espasa Calpe. Madrid. 347-359.

-Aristónico MONTERO. Sto. Domingo y el Rosario. Studium. Vol XXXI. 1991. 286-ss

-Vicente CUDEIRO. El Rosario de María. Gráficas Jaén. Jaén  2007.

 

 

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