Un año mas: la Cuaresma, tiempo de gracia y conversión

La Cuaresma de 2017 llama ya a nuestras puertas: el próximo miércoles, día 1 de marzo, es Miércoles de Ceniza. «La Cuaresma –ha escrito el Papa en el comienzo mismo de su mensaje cuaresmal para este año- es un nuevo comienzo». Es –leemos, de nuevo en este hermoso mensaje- «el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo», «un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados».

La Cuaresma ha sido y debe seguir siendo el tiempo litúrgico, pastoral y eclesial más apto para la profundización, la renovación y la precisa conversión cotidiana que tanto necesitamos todos. Minusvalorar la Cuaresma o considerarla desfasada es un craso error y su desaprovechamiento pastoral y espiritual es un empobrecimiento nocivo. Sin Cuaresma, no hay Pascua. Y es incuestionable la verdad de este aserto.

De ahí, que, junto, desde y con los tres caminos tradicionales y tan fecundos de la Cuaresma –ayuno, oración y limosna-, nos venga bien a todos que el Papa -al igual que también pueden hacer los demás pastores de la Iglesia- subraye, ponga el acento cada año en alguna de las distintas dimensiones de este tiempo santo. En 2017, y con la parábola del pobre Lázaro y del rico con telón de fondo y en una preciosa catequesis, Francisco llama a la Cuaresma de la comunicación y de la caridad. Y la suma de ambas –creemos también nosotros- tiene como resultado y como derivada la comunión.

Sin riesgo a exagerar, nunca ha estado la humanidad mejor comunicada que ahora. La afirmación es una obviedad, que no necesita ejemplos ni abundamientos. Uno de los rasgos características de la sociedad y de la cultura contemporáneas es precisamente esta. Sin embargo, el individualismo y el subjetivismo campan a sus anchas entre nosotros, de modo que la hipercomunicación vigente no siempre, ni muchos menos, se traduce en la precisa alteridad, dualidad, interacción y solidaridad. Tenemos alergia a leer mucho más –e incluso a veces, bastante menos-, por poner un ejemplo gráfico, de los 140 caracteres de un mensaje de Twitter… Y el verdadero diálogo –que empieza leyendo y escuchando- se esfuma, se desvanece. ¡Circundan nuestra vida tantos mensajes y en tantos variados soportes, que apenas nos detenemos a escucharlos y a interiorizarlos! La necesidad de comunicarnos deviene así, al menos a veces, en algo puramente convulsivo, atolondrado, demasiado contaminado por la sociedad del consumo y del descarte y muy expuesto a lo que podríamos denominar «sordera» y «ceguera» del corazón y verdadera contaminación, sobreexposición y saturación acústica, icónica y digital.

«La Palabra es un don. El otro es un don» es la frase elegida por el Papa como lema para la Cuaresma de 2017. Debemos, pues, abrirnos con sinceridad, humildad y generosidad, a la Palabra de Dios y también a la palabra de los demás y al don que son ambas palabras y ambas realidades en su totalidad.

El don de la Palabra y el don del otro (del prójimo, del hermano) conllevan y conducen a la caridad, a estar verdaderamente pendientes de sus necesidades y a saber encontrar en la Palabra de Dios la única guía salvadora del itinerario humano. Dicho de otro modo, sin la Palabra de Dios, sin la palabra, la intercomunicación y el interés por y con el otro, no se aprovecha la Cuaresma, no se puede recorrer de modo adecuado el camino hacia la Pascua y hacia la siempre necesaria e imprescindible renovación y conversión personal y comunitaria.

Comunicación y caridad son, además, alma y cuerpo de la comunión. Y la comunión es también en la Iglesia una tarea imprescindible. Sin comunión no hay auténtica misión, ni vida eclesial verdadera. La comunión, que ha de ser camino de ida y vuelta, encuentra su fundamento en la roca de Pedro. De ahí, que, siempre y en particular en esta Cuaresma, todos los miembros de la Iglesia estemos urgidos a renovar, con gozo y sin fisuras, nuestra comunión con su sucesor, ahora Francisco. Y quisiéramos que esta llamada resonase con fuerza en medio de campañas y voces -muy minoritarias y escoradas, eso sí- que intentan socavar su figura y magisterio.

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