Mayo es el mes de la Virgen María

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Visita de la Virgen peregrina de Fátima a nuestro monasterio, 22.IV.2015

En el mes de mayo, los católicos lo dedicamos a venerar de manera especial a nuestra Madre del Cielo, la VIRGEN MARÍA; la mujer que escogió Dios para ser la Madre de nuestro Salvador Jesucristo y Madre nuestra y que aceptó generosamente esta misión al decir “sí” a Dios… y con disponibilidad total: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38). Gracias a ese “sí”, Dios se hizo hombre. Con esa apertura a la voz de Dios, María le dio un giro a la historia de salvación. Hizo la voluntad de Dios, le dijo “sí” aunque temerosa, con alegría asume la voluntad de Dios, se da, se entrega a sí misma como colaboradora del plan de salvación.

María comprende muy bien la elección que ha recibido por parte de Dios y asume también el compromiso de servicio, así nos lo recuerda el relato de la Visitación: “se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Cf. Lc 1,39). María se pone en camino y «de prisa» . Con la visita que realiza a su prima, María colabora a la misión de Jesús en la obra de la redención, por lo tanto, se convierte en ejemplo y testimonio de quien acoge la voluntad divina y es portador de la alegría de Cristo. Así brinda a los cristianos de todos los tiempos un modelo sublime de servicio.

Como cualquier madre, María, en el hogar de Nazaret también debía trabajar, vivía ocupada en las diferentes actividades que una casa de familia conlleva; se gana el pan con el sudor y esfuerzo, y trabaja con dedicación como muchas mujeres en el hogar. Esto nos da pie para resaltar en María sus cualidades y virtudes: mujer dócil, generosa, entregada, amable, humilde, alegre, feliz, paciente, pero sobre todo, llena de un gran amor.

Además de las virtudes que le adornan, vivió momentos difíciles y dolorosos que se agolpaban en su corazón, la vida de la Virgen María estuvo profundamente marcada por el dolor. Pero hay que admirar la fuerza y la capacidad de hacerlo todo con y por amor a la misión y en actitud de servicio. Por eso, la Virgen María es para nosotros un precioso ejemplo ante el dolor y el sufrimiento.

La Virgen María es esa mujer que desde siempre el Señor eligió para una misión muy importante: ser la Madre de Dios, por eso la colmó de gracias y virtudes, aceptando la voluntad de Dios con un sí incondicional y con su hágase generoso. Con su ejemplo nos dio el gran ejemplo de santidad y de cumplimiento de los designios de Dios, por eso su Hijo Jesús desde la Cruz nos la entregó como Madre y quiere que nosotros también podamos seguir su ejemplo.

«Para escuchar al Señor, es necesario aprender a contemplarlo, a percibir su presencia constante en nuestra vida»

El Papa Francisco en su Audiencia General del miércoles 2 de mayo de 2013, recordó la importancia del rezo del santo Rosario, especialmente durante este mes de mayo dedicado a la Virgen María. Estas son sus palabras: En este mes de mayo, quisiera recordar la importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Rezando el Ave María, somos conducidos a contemplar los misterios de Jesús, es decir a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y para san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de nuestras acciones.

Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, ¡se rezase juntos en familia, con los amigos, en la parroquia, el santo Rosario o alguna oración a Jesús y a la Virgen María! La oración todos juntos ¡es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez más en familia y como familia!

Para escuchar al Señor, es necesario aprender a contemplarlo, a percibir su presencia constante en nuestra vida; es necesario detenerse a dialogar con Él, darle espacio con la oración. Cada uno de nosotros, también ustedes chicos, chicas y jóvenes, tan numerosos esta mañana, deberían preguntarse: ¿qué espacio doy al Señor? ¿Me detengo a dialogar con Él? Desde cuando éramos pequeños, nuestros padres nos han acostumbrado a iniciar y a concluir el día con una oración, para educarnos a sentir que la amistad y el amor de Dios nos acompañan. ¡Acordémonos más del Señor en nuestras jornadas!

Queridos hermanos y hermanas, pidamos a san José y a la Virgen María que nos enseñen a ser fieles a nuestros compromisos cotidianos, a vivir nuestra fe en las acciones de cada día y a dar más espacio al Señor en nuestra vida, a detenernos para contemplar su rostro.

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